Soledad Morillo Belloso

Terapia de George Harris – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso 

Que el venezolano tiene sentido del humor, algunos lo deploran, pero es rigurosamente cierto. El humor es nuestra tabla de salvación, nuestra manera de retar a los escollos, el arma filosa que usamos en legítima defensa. Tuve un profesor, a quien adoré, un ser extraordinario, que cualquiera que pasara por la puerta del salón podría haber pensado que lo que ocurría allí no era una clase sino un recreo. Antonio Cova explicaba el país haciendo una danza de desnudo. Y vaya si era educativo.

Algunos me dirán que precisamente el tomarnos todo a guasa ha sido causante de que estemos como estamos. Que encontrarle el tumbao a cada cosa terrible y convertirla en una escena sin final de nuestra versión de «La vita e bella» nos revela como quinto mundistas. Pero (hay un pero), esa capacidad para plantarle cara a la desgracia y vacilársela, no es frivolidad. Encontrar, a lo Arquímedes, un punto de apoyo es lo que curiosamente nos hace y nos hará sacar la cabeza del agua.

Cuando hace ya casi cuatro meses mi marido estaba en sus últimos días, algunos me decian que debia buscar un grupo que fuera a rezarle un rosario, para ayudarlo a «hacer el camino». Eso era no conocer a Arnaldo Arnal, pero ni por las esquinas. Hice en cambio lo que estaba segura le gustaría y ayudaría en ese trance. Busqué shows de Les Luthiers y de George Harris y se los puse a escuchar. En esos últimos días, cuando él y yo sabíamos que moriría, pero nunca hablamos de ello (hay conversaciones inútiles e idiotas), lo vi sonreír no pocas veces. Él, que estaba muy triste (por razones muy dolorosas que no viene a cuento explicar), murió tranquilo y en paz. Sus últimas palabras fueron «te quiero, Nené, gracias». Ese gracias, y lo digo con certeza porque nadie conoció a Arnaldo Arnal tanto como yo, se refería a haberle dado la oportunidad de escuchar algo con humor y de reír.

Así que si de algo podemos preciarnos los venezolanos (los buenos, que somos mayoría) es de tener la habilidad de sacarle punta a una bola de billar.

Quizás estas líneas han debido ser mucho más cortas. Un par de frases hubieran bastado para lo único que quería hacer: darle las gracias a George Harris.

George, no le bajes dos; más bien súbele cuatro. Ayudas a bien vivir y, también, a bien morir. Quiero que sepas que eres el único ser que hoy, en mi estúpida viudez, logra hacerme sonreír y reír. Eres terapéutico.

 

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