Publicado en: El Universal
La dirección de Cultura de la UCV y la Escuela de Artes, avanzaron esta semana el Proyecto Shakespeare, XIII Encuentro del teatro ucevista, dirigido por el Pr. José Francisco Silva. Merece créditos, y sin ser especialista de las tablas, lo apoyo con algunos comentarios en área llevadera para mí: la obra de Shakespeare en su contexto histórico político. Es el fin de la edad media (XVI-XVII), la ebullición de la modernidad, en el crudo debate renacentista que trastrueca los conceptos de poder, política y libertad. Friedrich Hayek en el siglo XX toma la idea de libertad de Aristóteles que imperó hasta el medievo: “que nos rijan leyes y no hombres”, y Santo Tomás, aristotélico, incluso aprueba el tiranicidio.
Como afirma Quentin Skinner, en 1215 ocurre en Inglaterra un suceso base de la civilización occidental y democrática: 25 barones se erigen e imponen límites al rey Juan sin Tierra, someten sus atribuciones a un marco constitucional para preservar derechos frente a su voluntad: la Carta Magna Libertatum. que le prohíbe al monarca actuar contra los súbditos o sus propiedades, o enjuiciar a alguien por su sola voluntad, con ciertas garantías para los campesinos sobre impuestos, corvées, pernadas. Nicolás de Cusa (siglo XV) escribe que todos los imperios y reinos ordenados, tienen su origen en la elección y el sometimiento del monarca a la ley. Maquiavelo y Hobbes, piensan que el poder, Leviatán, es un mal necesario contra Behemoth, la anarquía.
Dominicos y jesuitas de la Escuela de Salamanca, replantean tal esencia de lo político durante el Renacimiento. Francisco de Vittoria, Domingo de Soto, Fernando Vásquez, Francisco Suárez, Luis Molina, justifican derrocar al tirano e incluso ejecutarlo. Shakespeare, naturalmente, no utiliza categorías teóricas, pero nos presenta el poder haciendo la digestión, libertad vs tiranía y varios de los reyes que dibuja son enajenados, monstruos o ambas cosas. Durante el siglo XVII la idea de libertad recibe un recio estremecimiento con la irrupción de la teoría del poder absoluto de la monarquía. Las posiciones eran diametrales: los filósofos absolutistas pensaban que la majestas era de procedencia celestial y todo lo que hacía el rey debía obedecerse.
El término sangre azul alude a la supuesta descendencia de Cristo. Según Juan Bodino, Jacobo I, William Barclay, entre otros, la majestas está fuera del control jurisdiccional del derecho positivo. La ley es el mandato del monarca, que no comparte el poder con nadie, porque viene de Dios. Jacobo dice que sus antepasados conquistaron Escocia e Inglaterra y “es señor de toda persona que habite en (esos países) y tiene autoridad de vida y muerte sobre ellas”; quien se rebele a un rey malvado “seguramente se condenará…porque se resiste a una orden de Dios”. Ante la voluntad del Rey no existe la propiedad ni el derecho a la vida. El intenso debate promovido por Maquiavelo y luego por Hobbes sobre la naturaleza del poder explica por qué las obras políticas de Shakespeare son maquiavélicas.
Conviene leer juntas Julio César y Antonio y Cleopatra, porque analiza personalidades diferentes manejan pasiones desatadas que desintegran poder y vidas. César y Antonio estuvieron en la cima y en distintos momentos poseyeron la misma mágica mujer, que arrebataba por su sensualidad, magnetismo, talento e integridad. César, dueño del mundo murió como un león en una alevosa trampa de su hijastro. Temerario ante las amenazas enfrentó los idus de marzo (“César no se quedará en casa hoy por miedo/ César es más peligroso que el peligro”). Shakespeare va a lo insondable y por eso Harold Bloom lo llama “inventor de lo humano” (La invención de lo humano titula su monumental estudio sobre el bardo).
La caída catastrófica de Egipto en manos de Octavio se debió a que el general Antonio deserta del ejército en pleno combate en la batalla de Actium. La nave de Cleopatra se retira para resguardar el tesoro a bordo, él creyó que lo abandonaba y “corrió” detrás, con el caos de la flota. Luego se suicida al creer que estaba muerta, mientras ella lo esperaba escondida. Julio César valeroso, bizarro, intrépido, agavillado a traición, mantiene la entereza hasta la última puñalada. A Antonio su debilidad emocional lo destruye, destruye a su amante y al poder de ambos. Pero Tito Andrónico es la sandez política en estado puro, y pareciera que Shakespeare escribió la pieza para burlarse del personaje, arrogante, inflexible, sanguinario, engolado, que no sabe sobrevivir fuera del poder y sucumbe a su propia ineptitud.





