Por: Jean Maninat
¡Ay, horror!
De cada parte
nace aparte
un nuevo ser
todas se alzan con vigor
¡Ayudadme Gran Poder!
El aprendiz de hechicero
Goethe
Resulta difícil -al ver los resultados de las recientes elecciones generales de España- torear la tentación de evocar la maravillosa obra de dibujos animados de Walt Disney, Fantasía, en la que Mickey Mouse hace de aprendiz de brujo, un principiante que desata un pandemónium al darle inopinadamente vida a una escoba para que recoja agua, siguiendo la balada escrita por Goethe.
El casi tierno abrazo que selló el acuerdo entre Sánchez (PSOE) e Iglesias (Unidas Podemos) para presentar un preacuerdo de Gobierno es el mejor retrato de la levedad de espíritu -cuando no de juicio- que afecta a la política española actualmente. Cual chiquillos traviesos, se felicitan por las travesuras con las que mantuvieron en vilo al barrio durante tanto tiempo.
En el entretanto, España ha perdido entidad frente a sus socios europeos que ven algo atónitos las chapucerías del elenco que ha tomado las riendas de la política española. Y por favor, no le echemos la culpa a la juventud, a su edad ya Felipe Gonzáles se había ganado el respeto y la estima de un elenco estelar de la talla de Reagan, Gorbachov, Thatcher, Kohl, Mitterrand y Palme. Es una forma de hacer política basada en el albur como práctica.
Ahora encontraron el trapo rojo del ascenso de Vox para distraer la atención de su falta de seriedad. Como si el partido de Abascal no hubiese estado bufando desde el 2013, dando señales de que no quería ser una anécdota más del nacional-populismo europeo. En la carrera alocada se tropezaban unos con otros, se esperaban para meterse un pie, se injuriaban (nada como las saetas heridas entre Sánchez e Iglesias, dignas de una antología de conjuros gitanos) satisfechos con ellos mismos y su atrevimiento. Y allí los espera el minotauro.
Hubo hasta tragicomedia, la dimisión de Rivera de la jefatura de Ciudadanos entre pucheros, anunciado su partida para ser mejor esposo, mejor padre, mejor…, luego de haber dilapidado la fortuna del partido que había hecho a su medida y semejanza. No, perdonen, no basta con reconocer la responsabilidad de los “jefes”, había que quedarse, participar de cuerpo presente en la dolorosa autopsia y luego, sí, irse al bufete de abogados que lo espera.
El PP de Casado -cierto, los modifican a su medida- respira más tranquilo luego de haber franqueado el precipicio que lo alejaba del centro. Quizás si se afeita la barba veraniega que todavía ostenta, nos haga creer que ha regresado totalmente renovado como Terminator en cada nueva entrega de la franquicia.
El abrazo de Pedro y Pablo nada ha conjurado, por el contrario, parece haber reavivado los demonios del secesionismo, la dependencia con los partidos regionales y despertado el franquismo que dormía tranquilo en el Valle de los Caídos. Vendrá otro tira y afloja, otra marimorena y quizás se forme Gobierno, pero ya los aprendices han abollado aun más la confianza de la ciudadanía en las instituciones de la democracia que tanto costó forjar.
¡Entre aprendices te vea!
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