Texto y fotos: Andreina Mujica
“Mariaca Semprún, voz indomable y ‘moral distraída’: confesiones de una artista todoterreno”
El telón imaginario se levanta con un juego de luces inspirado en los grandes musicales de la Metro-Goldwyn-Mayer. El león de la Metro es Leonardo Padrón.
Después de verlo rugir, hace su entrada Mariaca, puntual a la cita para la entrevista.
Fue una niña precoz que ya a los siete años, en el Colegio Emil Friedman, imponía su voz; mientras el resto aprendía la tabla del nueve, ella ensayaba do de pecho entre recreo y recreo. Cuando conversa, su voz —entre dulce y ronca— se adorna con comentarios ácidos que bailan al mismo son que los de Padrón: este par lleva años danzando al mismo ritmo, y no es casual.
Mariaca ha pasado por ópera, teatro, cine, telenovela, musicales y —por si faltaba algo— pasarela. Si existiera la disciplina olímpica de “artista todoterreno”, ya tendría medalla de oro (y al jurado tarareando). Su “madrastra”, como ella la llama, es la mezzosoprano venezolana Aída Navarro, cofundadora del Quinteto Contrapunto. Fiel a sus amigos y dueña de sus afectos, Mariaca persevera en cuidarlos hasta el infinito.
A pesar de medir las palabras, pasó de La Pura Mentira a descifrar Las Caras del Diablo; avanzó por La Vida Entera y descubrió que alguna ex podía tenerle ganas, pues ya era La Mujer Perfecta. Popular como la Shirley, se convirtió en La Novicia Rebelde, abandonó el claustro para subirse a un Cabaret, trepar al tejado con El Violinista y, gorro en mano, cantar como Piaf que “non, je ne regrette rien”. En la vida —como en el amor— hay que saber cuándo lanzar un zapato, echar un pie o cantar unas buenas mañanitas con todo y mariachis.
Mariaca tiene, digamos, su toque “malandro” criollo, pero manejado con cierta elegancia: modela, canta, actúa y podría dirigir el tráfico sin perder la armonía. Todo con una mezcla de pasión, disciplina y una sonrisa enmarcada por sus hoyuelos; todo indica que, sí, aún le queda mucho repertorio.
En resumen, Mariaca no necesita presentación… pero el periodista que les escribe sí necesita descifrarla. Compartamos, pues, este acertijo llamado Mariaca Semprún.
P: Si tu vida fuera la primera escena de Cantando bajo la lluvia, ¿en qué momento empezó a caer el aguacero de aplausos?
MARIACA: En The Sound of Music, cuando la hice en el colegio, en el Emil Friedman, fue lo que me dio certeza de que eso era lo que yo quería hacer el resto de mi vida. Eso fue como a los quince, dieciséis años.
P:¿Y antes de eso querías hacer otra cosa? ¿Tal vez decías que ibas a ser veterinaria?
MARIACA: Antes de eso, no. Sí quería ser cantante definitivamente y quería ser actriz, pero no entendía que era el teatro musical lo que realmente a mí me motiva más. Yo soy teatro musical. La vida me ha llevado a eso, porque si he hecho telenovelas, he hecho cine, y se ha desligado un oficio del otro, inevitablemente yo he terminado o haciendo la canción de la película en donde estuve, o participando en la música, o doblando alguna voz que hay por ahí. O sea, siempre la actriz está acompañada de la cantante.
P: Son indivisibles. Julie Andrews dominaba tanto la voz como la actuación.
¿Cuál ha sido tu propio “do-re-mi” para mantener ambas disciplinas bien afiladas?
MARIACA: ¡Guau! Bueno… para mantenerlas afiladas me he impuesto la exploración de las artistas que he interpretado, por ejemplo La Lupe, Piaf y ahora Rocío Dúrcal. Son repertorios que no necesariamente pertenecen a mi voz o a mi registro, pero yo hago que la voz se adapte a ellas, y con eso mantengo el instrumento engrasado. Amplío mi registro, me mantengo en forma, porque la voz al final es como el gimnasio: si no estás cantando todo el rato, vas perdiendo tonicidad. Y estas cantantes, que son tan exigentes a nivel vocal, me obligan a mantenerme en forma.
P:¿Harías una versión de Cabaret?
MARIACA: Totalmente, sí. Todas las veces, sí (Ríe) De hecho hoy me enteré de que Mon Laferte va a hacer Cabaret en México y dije: “¡Esa es la vida que yo merezco!”.
Cuando se evocan los grandes iconos del escenario —esa estirpe de artistas capaces de encender un teatro con apenas un gesto— los nombres de Liza Minnelli y Barbra Streisand saltan de inmediato a la memoria: divas que fusionan potencia vocal, entrega dramática y un carisma capaz de atravesar generaciones. En esa misma línea esta la actriz y cantante venezolana que ha hecho del musical y del cabaret un territorio propio. Desde sus aclamadas interpretaciones de Edith Piaf hasta sus incursiones en el cine y la televisión, Mariaca cultiva una presencia magnética que conecta con la tradición de aquellas grandes divas y, al mismo tiempo, ella dice ser un alma vieja, proyectando energía y profundidad hacia nuevos públicos.
P: Barbra Streisand, que es de mis favoritas en el planeta… diosa del Olimpo. Ella dice que a los personajes hay que “ponerles el cuerpo”.
¿Qué parte de ti se quedó en La Lupe y qué parte se quedó en Piaf?
MARIACA: Hay algo que me regaló La Lupe: el desparpajo, ese pie en la tierra caribeño de la isla, de Cuba, de nuestros ritmos, del bolero, de la salsa… poca delicadeza, arrojo, poco filtro. Eso. Piaf me enseñó lo contrario: si mi cuerpo era una cárcel y mi voz tenía que ser escuchada, buscar la forma de que saliera desde las vísceras y arropara el ambiente. Una me ayudó a salir para afuera, la otra me obligó a ir hacia adentro.
P: Perdón… ¿alguna vez le lanzaste un tacón a Leonardo imitando a La Lupe?
MARIACA: A todo el público le caían esos zapatos, pero a mi mamá le cayó uno una vez. Quería llevárselo a su casa; le dije: “No, mamá, devuélvelo, eso cuesta dinero”. A Leonardo creo que nunca le cayó un zapato; tal vez una pulsera. Yo lanzaba de todo.Creo que hay más posibilidad de que vuelva La Lupe que de que vuelva Piaf.
P: No, Piaf la cerraste magistralmente en París, ese cierre es irrepetible.
MARIACA: Sí, la gente me lo pregunta mucho en la calle: “¿Cuándo vuelve Piaf?”. Pero la amasé tanto que empecé a sentirlo físicamente. Fue cuando dije: mira, o la vida o Piaf. Tuve que detenerla.
P: TikTok es el vecindario de los que sueñan despiertos. Yo siento que eres una comediante excepcional ¿Cómo dialoga esa comediante interna con la intérprete de grandes tragedias? Judy Garland pasaba del drama al “slapstick” en minutos: ¿no eres un poco esa Judy Garland?
MARIACA: Totalmente. Y he extrañado interpretar más comedia. Ahora lo exploro un poquito en las redes, pero antes solo tuve una oportunidad en la telenovela La Mujer Perfecta de Leonardo Padrón, con La Popular Shirley. Ahí descubrí esa vena de comedia que no sabía que existía. En la vida real soy muy formal, pero en comedia quiero sacarle punta a todo.
P: Se nota que lo disfrutas. Además tienes un equipo orgánico, de amigos cercanos, Magaly Serrano, Eliu Ramos y Shakti…
MARIACA: Ellos me convocaron a hacer un sketch, “La Ex”. Funcionó increíble y dijimos: “Esto hay que repetirlo”. Ya vamos por el octavo; será recurrente. El proceso es tan creativo que lo paso delicioso grabando con ellos.
P: Hay algo lindo cuando los artistas no subestiman a sus fans, y ustedes no lo hacen. Eso se siente. Liza Minnelli triunfó en Cabaret explotando la vulnerabilidad. ¿Cuál ha sido tu número más arriesgado en escena y por qué? Sé que puedes decir Piaf, pero quiero otro.
MARIACA: Fue una obra llamada Un informe sobre la banalidad del amor, sobre la relación de Heidegger con Hannah Arendt. Pensé: esta mujer me queda grande. Pero al final entendí que las parejas, dentro de cuatro paredes, somos los mismos idiotas. Fue retador por la época política de Venezuela y por la cantidad de texto: impresionante.
P: Ese espejo sacudió al público, que es la idea del teatro, ¿no?
MARIACA: Exacto. Ese personaje lo recuerdo como de lo más retador.
P: También interpretas mujeres icónicas y queridas: ¿cómo manejas el vértigo de no defraudar? ¿Tienes rituales?
MARIACA: Siempre lo hago desde el respeto. Tengo un ritual: velita blanca, imágenes del artista; hablo un poquito con ella al principio y al final; apago la vela y me voy. Es mi forma de soltar al personaje y no llevarme su energía a casa.
P:¿Y si te tocara un homenaje en vida, a alguien que aún está activa?
MARIACA: Nunca lo he hecho y da susto. Con Rocío Dúrcal cambié: esta vez hablo de ella, no como ella. Descubrí mucho en común y quise que fuera el enfoque de una cantante hablando de otra cantante.
P: Ganaste un Latin Grammy con El truquito de La Lupe. Si esa estatuilla pudiera hablar, ¿qué te diría sobre tu próximo álbum?
MARIACA: Me diría: “Ajá, ¿y a qué suenas tú?”. Esa siempre ha sido mi pregunta. He sonado como las demás y ahora busco mi propio sonido.
P: Eres una mujer de raíz, de fuerza en el origen. Venezuela te cabe en la maleta. ¿Cómo se manifiesta ese país portátil en tu día a día?
MARIACA: Bueno, lo malo es la incertidumbre del pasaporte, que nos ha tocado a miles; lo bueno es que hay algo que me define y no se borra: la influencia venezolana está en mi música y en cómo le hablo al mundo. Es una huella digital indeleble.
P: Son cuatro hermanas: ¿qué aprendiste de ellas que todavía suena en tu voz?
MARIACA: Mi mamá nos inculcó que entre hermanas no había competencia, solo apoyo: todas valíamos lo mismo. Gracias a esa crianza, mis hermanas se convirtieron en mis mejores amigas y primer refugio; cuando atravieso una crisis, sé que siempre estarán ahí para sostenerme.
P: Me recuerda Mujerecitas (1868) de Louisa May Alcott.
MARIACA: Sí, sí, sí. Sí, es algo de eso. Tiene mucho, ¿no? Tiene mucho de eso, sí, sí, sí.
Pero mis hermanas son mis mejores amigas, mis hermanas. Mi consejera, mi soporte y mi primer lugar donde ir cuando yo estoy en una situación terrible.
P: ¿Conservas algún recuerdo sonoro —una frase— de tu padre o tu madre que merezca grabarse para siempre?
MARIACA: Sí: hace tres años, cuando pensé abandonar un proyecto, mi padre me dijo con firmeza: “Tú no puedes hacer otra cosa, eres artista”. Esa frase, tan sencilla como decisiva, me hizo llorar porque era el reconocimiento que siempre esperé oír. De mi madre guardo su orgullo, que no expresa tanto en persona pero repite a todo el mundo: su manera constante de decirme que cree en mí.
P: Hablame de la pérdida que más dolió al salir de Venezuela y de la ganancia que jamás hubieses tenido que dar. Yo esto lo había formulado antes, como, ¿qué sería esto? Que sería mariaca.
MARIACA: Mira, a mí lo que me quebró por dentro y lo que me dijo en algún momento, tienes que irte y tienes que salir, fue el asesinato de Monica Spears.
Nos habíamos hecho muy amigas porque hicimos una novela juntas y yo dos semanas antes la vi. Esas dos semanas yo me fui a Miami y ella se quedaba en Venezuela turisteando. Fue cuando la mataron.
Esa muerte me quebró por dentro, me terminó de resquebrajar. Y mira que yo había vivido cosas como robos, secuestros dentro de mi propia casa, pero eso no me quebró nunca como me quebró.
Cuando llego esa noticia—mi reflejo en edad y plenitud profesional— me sacudió, sentí un crujido interno: no solo lloraba su ausencia, descubría que también me despedía de mi tesoro mayor como artista, el público. Emigrar significaba volver a seducir butacas desde cero; no soy pop star ni influencer, vivo del latido del teatro en vivo. Renunciar a esos rostros que llenaban la sala, a ese pulso cara a cara forjado durante años, fue ver cómo se deshilachaba mi camino: los “likes” no sustituyen los aplausos, y esa certeza me dolió hasta los huesos.
P: Cuando actúas fuera de tu país y descubres que la sala está llena de compatriotas —o, por el contrario, apenas hay venezolanos—, ¿se nota la diferencia sobre el escenario?
MARIACA: Sí: el público venezolano, esté donde esté, transmite una energía musical y agradecida muy especial. Aun así, actuar ante audiencias que no me conocen confirmó que mi trabajo funciona más allá de mi nacionalidad; en Madrid, por ejemplo, muchos creían que era argentina o colombiana, pero lo importante fue que disfrutaron el espectáculo. Esa recepción me demostró que puedo presentarme con éxito en cualquier ciudad.
P: Has sido voz de campañas humanitarias. ¿Crees que el arte tiene la obligación de militar o basta con emocionar?
MARIACA: Es una decisión personal. Yo he estado en las dos aguas. En la parte en donde soy muy activista y no me importa, sí, no me importa exponerme en ese aspecto, pero también ha habido momentos en donde digo, no está valiendo la pena esto y no quiero ni hablar de política porque lo mío es otra cosa.
Yo no voy a apoyar a alguien que defienda el chavismo o el régimen que está en Venezuela solo por conseguir contratos para poder cantar o para poder hacer lo que hacen. Eso sí nos lo defiendo.
P: ¿Te acuerdas del concierto en la frontera en el 2019, Venezuela Aid Live?
Ahora bien, en el supuesto que anuncian que se va a hacer otro mega concierto y hay un reencuentro nacional y por Venezuela eres una de las artistas principales.
Pero solo puedes cantar tres canciones.
MARIACA: ¡Guau! ¿Cuáles serían? Mi querencia es una. Mi querencia siempre es mi caballito de batalla cuando tengo que hablar de cómo me siento con respecto al país, que es el país para mí.
Porque además, dile al lucero del alba que te vuelva a regresar, eso es casi una oración. Casi un mantra. Otra canción. A tu regreso, de Henry Martínez. Es una canción que, si a ti no te conmueve como venezolano, es porque eres de palo. La tercera, puede ser. Es verdad, de Ilan Chester.
“Los amores que se tienen en la vida, nunca se olvidan. Son aromas que se quedan en el aire y una estela de fragancia van dejando” el ambiente queda suspendido en el restaurante con la voz de Mariaca.
Tercer acto. En clave de amor.
Dicen que para cantar bolero, primero hay que romperse. ¿Cuál fue tu gran ruptura y qué canción la narras mejor?
MARIACA: La Lupe me invitó a esa ruptura, porque si bien yo cantaba muchos estilos, el bolero no era de mis aficiones. Después de que interpreté a La Lupe me hice fanática del bolero. Hoy por hoy creo que siento que debo hacer un álbum de boleros. Desde hace rato.
¿Cuál bolero sería? ¿Qué te pedí? No hay una cosa que se cante con más ruptura interna que ¿Qué te pedí? O Carcajada Final de Tite Curet Alonso, que es el otro bolero que a mí me gusta mucho cantar.
P: ¿Qué piensas de la frase que dice no soy la roca que golpea la ola, del gran Manuel Alejandro, popularizada por el Puma José Luis?
MARIACA: Es demasiado. Yo la uso muchas veces. ¿Sí? ¿Ah, sí? La roca que golpea la ola.
P: Tú y Leo estuvieron más de una década juntos antes de tomar la decisión de casarse.
MARIACA: Cuando nos casamos, en el 21. Sí. Ya teníamos 12 años, 11 años.
P: ¿En qué momento interno tú pensaste: esto es un guión que yo quiero tener toda mi vida?
MARIACA: Ya desde Venezuela éramos como una pareja consolidada. Casarnos fue, primero, una cuestión práctica: al mudarnos a EE. UU. necesitábamos el respaldo legal de una familia formal; y, segundo —y casi más importante—, una renovación de votos en plena pospandemia para decirles a los nuestros: seguimos juntos y vamos a seguir estándolo.
P: ¿No es curioso que sea justamente una producción como el de Edith Piaff, que sufrió y vivió tanto por y para el amor, la que, finalmente, te invita a irte, la que te saca de Venezuela y te lanza al exterior?
MARIACA: Porque era el gorrión, tenía que volar. Tenía que salir de donde estaba.
Es muy curioso que haya sido eso.
Pero a la vez el discurso de la obra y de la propia Piaff decía que la música era un universo paralelo y que era un universo de salvación para ella. Y que, a pesar de las guerras y a pesar de todo lo que estaba pasando en Francia en ese momento, ella cantaba y se abría este pequeño espacio de distensión para todo lo que la escuchaba. Incluso para ella.
Entonces yo convertí eso en bandera. Mira, viendo que el mundo se cae y solo quiero montarme en el escenario porque resultó un alivio y un bálsamo para la gente y para mí también.
P: ¿Tú crees que se cuelan diálogos en tus letras y tus melodías en los guiones de Leo? ¿O al revés? ¿Se cuelan cosas que es un cotidiano que solo saben tú y Leonardo en su poesía, en guiones?
MARIACA: Sí puede ser. Más que frases, son palabras. Tenemos una que nos hace complices, y es ¿Vas a seguir? , pero lo hacemos de una forma que nadie puede detectar. Obvio, no lo voy a develar.
Un buen ejemplo es el libreto de Piaf: lo armamos juntos —yo bosquejé la estructura y él escribió el guion— y él coló una frase que yo había oído por ahí: “esa chica es de moral distraída” (la típica forma de decir que sale con muchos hombres). Aquello se volvió nuestro chiste interno… y del público también: basta con soltar que alguien “vive un poco locado, ya sabes, de moral distraída” para que la sala estalle; esa frase se sublimó en la obra como un guiño constante.
P: Uno siempre habla de los años dorados.
¿Tú me imaginas una casa frente al Ávila, un ático de Madrid o un bóvido playero por Miami?
MARIACA: Me imagino las tres.
Las imagino las tres porque a mí me gusta y disfruto la calidad de vida semi-nómada. Eso me da vida. Creo que no soy una una tipa presa de la rutina ni presa de un solo lugar. Entonces me gustaría que siga siendo así tan dinámico.
Si incluye Caracas, pues imagínate qué maravilla, pero… Claro. Y si incluye la vista al Ávila, gracias. Yo siempre digo que yo soy yo soy una enamorada ahorita de Madrid.
P: Hay un legado Mariaca. Si pudieras dejar un solo show grabado para las próximas generaciones, un show que es una cosa tan ultra increíble que lo lanzan, o sea, que va a ser el show que van a lanzar como una obra de arte sonora en el soundtrack del planeta a la luna.
¿Cuál sería y qué mensaje pondrías en los créditos finales?
MARIACA: Inevitablemente sería Papá Cuatro. Papá Cuatro. Inevitablemente porque es el cuento de lo que somos a la vez el cuento de lo que soy, a la vez el cuento de nuestro idiosincrasia y a la vez el resumen muy grueso de lo que es nuestra música.
Si quiero que esté por el mundo, pues bueno, eso es un un registro de un pequeño lugar en el mundo llamado Venezuela y eso es un poco lo que somos.
P: Termina esta frase. El amor como la música vuelve a …
MARIACA: Insistir. ¿Otra? El amor como la música vuelve a conspirar.
P: Mira, aparece Morgan Freeman que es Dios siempre, y te dice: bueno te voy a conceder tres deseos elige dos deseos pero el tercero te lo digo yo, el cual es con qué canción y en qué escenario te gustaría irte de este plano.
MARIACA: ¿En cuál escenario del mundo?
Quiero que mi último aliento sea sobre un escenario, entonando “Non, je ne regrette rien” (Michel Vaucaire): llegar al instante en que de verdad pueda cantar “no me arrepiento de nada” y despedirme sin cuentas pendientes. Después de eso, solo tendría un par de deseos: la oportunidad de seguir multiplicando papeles —en cine, televisión, teatro— y ver a Venezuela levantarse de nuevo.