Por: Luis Felipe Blanco Iturbe
Hace ya una semana. Se fue de este mundo, y con ella se desconecta la última exégeta del escenario maravilloso en el que viví los años nómadas de mi infancia , una etapa que signó de manera rotunda mi sentir y mi proceder-
Ella fue durante más tiempo que nadie como un símbolo de la Venezuela peregrina que hizo de México su segunda bandera, la encarnación de lo más entrañable de nuestros recuerdos. La esposa de César, afable, discreta, amorosa. Traía una historia juvenil de luchadora por la libertad venezolana que su apariencia mansa no hacía sospechar.
Una noticia triste fue saber hace unos años que la vecindad afectiva de más de siete décadas se interrumpía cuando partió a otro destierro, aventada por la disonancia histórica que atraviesa de nuevo Venezuela. De una manera nueva para ella continuó siendo emblema de esa forma de vivir tan venezolana, bajo el signo del Éxodo.
Era yo un escuintle. La aparición de César Rondón y Rosalelena en nuestra casa fue un acontecimiento feliz. En días del destierro la visita de un paisano era la mayor de las alegrías asequibles. En aquella numerosa colectividad ellos eran especialmente bienvenidos. Para nosotros cuatro -mis padres y mi hermano- eran siempre portadores de buenas nuevas, de humor y calurosa amistad . Para mí la conversación con César era muy ansiada; me afanaba en mostrarme experto en box, lucha libre y toros: un interlocutor que me ponía de tú a tú, a pesar de los buenos veinte años que nos separaban.
Varios lustros después, entrar en la caraqueña casa, La Rondonera, era como viajar en el tiempo. El hálito de aquellos tiempos vividos entre fraterna cordialidad y periódicos sobresaltos no dejó nunca de envolver a Rosaelena que con su invariable buen humor, la generosa hospitalidad y su fina ironía era el eje alrededor del cual giraba la tribu, la talentosa casta que la sucede. Se convirtió en Matriarca de una cuantiosa prole y de los antiguos peregrinos como yo.
Justo se cumplen setenta años en este mes de mayo de la tragedia que enlazó para siempre a su familia y a la mía. De ella surgió la circunstancia que me otorgó un padrinazgo vicariante muy precoz que es hoy un pergamino ennoblecedor.
Descanse en paz .
(En la imagen, Rosaelena, Venezla, César Miguel y César)