La espada de Damocles – Irene Vallejo

Publicado en: Milenio

Por: Irene Vallejo

¿Tener poder vale tanto como cuesta? Cicerón, que conoció las pasiones de la política y las duras revanchas que atrae el éxito, contestó a la pregunta con un relato. Damocles vivía en la corte de Sicilia. Un día, adulando al rey, alabó la suerte de los poderosos con un anhelo que era auténtico y le poseía como una fiebre. El monarca Dionisio, mirando sus ojos hambrientos, le ofreció ocupar el trono por un día para que probase el sabor del poder máximo. Damocles aceptó y al instante prepararon un banquete en su honor. A un gesto suyo acudieron sirvientes para satisfacer todos sus deseos. Platos de comida acariciaban con su aroma los sentidos de Damocles. Pero en medio de este despliegue de placeres, Dionisio ordenó colgar del techo, sujeta por un pelo de caballo, una espada afilada que brillaba a la luz del sol. Cuando Damocles la miró, oscilando sobre su cuello como un péndulo letal, perdió el gusto por el lujo y pidió a Dionisio que le dejara marchar porque ya no soportaba ser afortunado durante más tiempo.

La historia de la espada de Damocles enseña que el poder es intranquilizador, peligroso, cuestionado y, en esencia, frágil. Tenerlo crea descontentos y enemigos. Los colaboradores suelen ser aquellos que tienen más miedo a perder su puesto que a intentar quitarte el tuyo. Y estando al frente de los asuntos se descubre que la mayoría de las situaciones no se pueden gobernar ni controlar. En realidad, habría que agradecer que exista gente ambiciosa volcada en la lucha por el poder; de otra forma, no nos quedaría más remedio que llevar la carga nosotros.

 

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