Errores y extravíos – Irene Vallejo

Publicado en: Milenio

Por: Irene Vallejo

Cuántas veces en la vida debemos ponernos en movimiento aun a riesgo de tropezar. Algún día nos lanzamos por primera vez a trabajar, a enamorarnos, a hablar un idioma extranjero, a conducir un coche, a criar hijos. Por fuerza hay un momento en el que hacemos algo sin saber hacerlo. Y allí nos espera agazapado el error y, lo que es peor, el temor al error.

Generalmente, nos asusta fallar. Al borde del error, sentimos vértigo. Reconocer que nos hemos equivocado despierta vergüenza y remordimiento. Cuando recordamos nuestras equivocaciones pasadas, nos domina la sensación de derrota. Sin embargo, el filósofo griego Aristóteles consideraba el error un suceso mental interesante y valioso que no debería paralizarnos. De las equivocaciones genuinas se pueden aprender lecciones: que las cosas son distintas de lo que parecen y por eso las malinterpretamos; que hace falta observar con atención, manteniendo aguzados los sentidos; que el mundo es infinitamente variado y enigmático. Aristóteles recomendaba demorarse precisamente en los aspectos equívocos de la vida porque nos abren nuevos horizontes. De hecho, la palabra “error” significa en latín “desvío, merodeo” y evoca la idea de abandonar la ruta directa, de caminar con paso errante. Por tanto, el error es hermano del viaje, compañero de andanzas, un guía extraño y errático que, al final, sabe llevarnos a la meta. Los antiguos citaban a menudo un proverbio que decía: “Que tu error de hoy sea tu maestro de mañana”. Sabían que, si sabemos sacarles provecho, nuestras erratas son herramientas.
https://www.milenio.com/opinion/irene-vallejo/arrecife-con-sirena/errores-y-extravios

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