Por: Jean Maninat
La fiesta pagana del Carnaval y la celebración piadosa de la Semana Santa pasaron con pena y con gloria, punteadas de protestas pacíficas en mediodías alargados por la paciencia de los convocados, y el acecho vespertino de las guarimbas embozadas -y debidamente infiltradas- para confrontar la represión del régimen que gustoso machaca cada noche todo lo que se mueve, siguiendo un libreto que le viene como anillo al dedo. ¿Qué mejor que una guarimba y unas tanquetas incendiadas para distraer la atención, todas las noches, de la situación que vive la mayoría del país? ¿De qué hablarían ahora, sin guarimbas, los medios internacionales? Seguramente de un gobierno haciendo aguas, asediado por la debacle económica producida por su propia incompetencia y confrontando protestas sociales de toda índole y tamaño. ¡No y no! No seas ingenuo, la narrativa es otra: las protestas pacíficas son una ayuda, pero las guarimbas han puesto a Venezuela en el centro de la opinión pública internacional; antes no sabían de nosotros, ahora, gracias a las fumatas tóxicas que suben hacia los cielos, la gente en los medios de comunicación internacional reconoce nuestro lugar en el globo terráqueo -casi como un Google Maps democrático- y exclama: allí están los venezolanos. Con anterioridad a la guarimba, todo el universo creía que Venezuela era un país democrático y quien hoy reside en Miraflores un eficiente gestor y paladín de la democracia, reconocido además por la precisión de su verbo. Previo a la guarimba, sólo existía el reinado de la complacencia, salir a votar a sabiendas de que habría ventajismo oficial, lograr millones de votos y entregarlos sin sangre ni vidas rotas. Sólo ahora que tenemos tantos muertos, hemos entendido que los de la MUD nos habían engañado, como otrora nos burlaran los políticos de la Cuarta, y que cada fallecido merece otro cadáver para honrarlo. Todo bien… hasta que con un gran bostezo planetario, los guerreros del Twitter, que instan a los estudiantes a recortar sus años de vida, piden cacao porque el gas lacrimógeno, que no han inhalado, les muerde los párpados y le dan ganas de dormir temprano. ¡Qué fácil, no!
La salida -originaria- no logró como se había propuesto «el Maduro vete ya» y por un retruque trágico de la política propició la entrada de Leopoldo López a la cárcel. Se postergó un dirigente, que con trece alcaldías al servicio de sus votantes y gran popularidad, hubiese hecho una gran diferencia frente a la ruinosa política gubernamental. Una valiente diputada, inconstitucionalmente inhabilitada, María Corina Machado, visita parlamentos expresando su propia política con mucho efecto momentáneo, pero que a la larga constituye un itinerario que se consume a sí mismo de parlamento en parlamento. Y un alcalde ganador como Antonio Ledezma, aparca su gestión para acompañar las luchas estudiantiles cuyos líderes han proclamado su autonomía frente a toda la dirigencia política.
Los dirigentes de «La Salida» se equivocaron cuando pensaron que la calle tendría suficiente azufre para que el gobierno se entregara asustado por las llamaradas causadas. Pero calaron bien el sentimiento de hartazgo que había en un sector de la clase media que reclamaba acciones contundentes para sacarse de encima la pesadilla. Por fuera de la unidad han cobrado un perfil propio a un alto costo. Tendrían que sopesar su regreso pleno a la MUD donde son más valiosos que por cuenta propia. Vale la pena recordar el aforismo según el cual solos caminamos más rápido, juntos llegamos más lejos.
El diálogo gustará o enfadará; pero es un medio de acorralar al gobierno cara a cara, y no ficticiamente frente a un auditorio de convencidos hostiles al chavismo. Hay quienes tienen dudas genuinas acerca de su efectividad y alcance y quienes apuestan a su fracaso porque medran en la tragedia que vive el país. Son los mismos que quieren distraer la atención del importantísimo evento electoral que se viene encima como una locomotora y para el cual habría que comenzar a prepararse.
Protesta social, diálogo, y participación electoral son las ascuas que habrá que masticar si queremos resurgir como república democrática e independiente.
@jeanmaninat