Soledad Morillo Belloso

Bastará una razón – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso 

Todos tenemos dudas, peros, razones de mucho o poco peso. Estos años no han pasado de largo. Nos han clavado estacas, nos han hecho mucho daño, como sociedad y como individuos. La perspicacia se nos volvió letanía de desconfianza y ella nos volvió seres que todo lo miran con muecas. Del Credo pasamos al «no creo», «ya no creo». Ya no creemos ni tan siquiera en el Padre Nuestro y el Ave María rezando en Domingo de Pentecostés. Vapuleada la sensación de abrigo de las mínimas certezas, y habiendo mordido tantas veces la astringencia de nísperos verdes, antes de darle una oportunidad a algo o a alguien, fruncimos el ceño y así nos ha quedado la frente horadada con una profunda arruga que no reacciona ni al ácido hialurónico. Esa dolorosa desconfianza en todo y en todos nos ha hecho débiles y, para peor, mansos. Nos ha domesticado.

«Es el mismo pueblo… lo que cambian son los sufrimientos», una frase con la que Ramón J. Velásquez acertó en la diana de nuestra propia esencia. La sin razón aplasta la razón. Basa su fortaleza en hacernos caminar por un piso baboso, muy resbaladizo. La desconfianza nos genera temor y resquemor.

La tienen muy difícil los precandidatos. Pisan en un terreno de arenas movedizas. Y en lo seco, hay sembradas bombas quiebrapatas. Hay miles de razones en las cicatrices de los corazones de los venezolanos para no creer. Bastará una razón, una buena y sólida razón para lograr que esos corazones adoloridos vuelvan a creer. Hemos de hallarla.

 

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