El enigma de octubre – Carolina Espada

Publicado en: El Nacional

Por: Carolina Espada

Quiero hacer una profecía, orgulloso como venezolano de poder expresarme así 

de las fuerzas armadas de mi país: si fuere civil el próximo Presidente de la

 República, tendrá en el Ejército apoyo sin regateo, respaldo sin reservas.

Rómulo Betancourt, Venezuela, la sucesión presidencial y el ejército

¿Fue un golpe militar? ¿Fue una sublevación militar con una muy astuta participación civil de última hora? ¿Un alzamiento más militar que cívico, pero conspirado por igual? ¿O fue una asonada cívico-militar (que no es lo mismo que lo anterior, pues aquí el orden de los factores sí altera el producto)? ¡¿O acaso fue una revolución?! Es más, ¿¡una revolución democrática!? ¿O habrá sido, según la Teoría Política, una “rebelión militar sobrevenida tras el descubrimiento de la conspiración, seguida por la renuncia del presidente y la instauración de una junta de gobierno”, como nos dice el Dr. Pedro Itriago Camejo? ¿Por fin, qué fue lo que pasó aquel 18 de octubre?

Con todas estas preguntas —y otras más— asisto a la clase del Dr. Germán Carrera Damas, en el XI Diplomado de la Historia de la Venezuela Contemporánea de la Fundación Rómulo Betancourt y la UPEL, sobre “La República liberal democrática venezolana” y “La Revolución de Octubre: 1945-1948”.

“Profesor, ya que usted se define como «testigo participante» de aquellos sucesos, ¿por qué Rómulo pactó con Marcos Evangelista, hecho que siempre ha sido tan inexplicable y chocante para los que nacimos en democracia?”.  Pero no me atreví a ser tan directa, así que le pregunté: “Cuando el candidato sucesor de Medina Angarita era Diógenes Escalante —un civil tachirense—  el partido AD estuvo de acuerdo con su postulación y la modalidad de su elección (que no iba a ser democrática). El grupo opositor parecía aceptar el “sin prisa, pero sin pausa” del presidente, pues era obvio que ya íbamos en camino a la democracia tan anhelada. Usted escribió que el nombramiento de Escalante podría tener dos lecturas: “Medina escogía a un gran amigo de López Contreras, a su candidato preferido en 1941, lo cual podía llevarlo  a desistir de su proyecto personal o, en última instancia, se le creaba un problema complejo al tener que enfrentar al amigo de toda la vida”. Pero, inesperadamente, Diógenes Escalante tiene que retirarse de la contienda y Medina, en su afán de seguir evitando la reelección de López,  propone a Ángel Biaggini, otro civil tachirense. Ante este nuevo escenario, Acción Democrática se retracta, le retira su apoyo a Biaggini y pacta con Pérez Jiménez para dar el golpe revolucionario. ¿Por qué AD hizo esto?”.

El historiador se ríe de una pregunta tan elaborada y tiene toda la razón, pero al menos no le desagrada; responde con entusiasmo algo que, manteniéndome fiel a los hechos, aquí me he permitido aderezar.

Escalante era doctor en Ciencias Políticas y un diplomático de carrera de reconocida trayectoria en Francia, Inglaterra, Suiza y Estados Unidos; representó a Venezuela ante la Sociedad de las Naciones (antecesora de la ONU); fue amigo de intelectuales,  embajadores, mandatarios y, muy especialmente, del presidente Harry Truman. Según Francisco Suniaga —autor de El pasajero de Truman— López Contreras, que era un antiguo alumno de Escalante en el Colegio de El Sagrado Corazón de La Grita, quería designarlo su sucesor, no obstante, el general Antonio Chalbaud Cardona y otros militares le recomendaron nominar a un integrante de las Fuerzas Armadas y… ¿a qué no adivinan?… a otro tachirense, al lozano Isaías. Pero ahora sí le había llegado el turno Escalante quien, a todas luces, era el candidato ideal para Venezuela y el mundo, en cambio Biaggini… Biaggini era sólo un burócrata, el ministro de Agricultura y Cría en cuyo currículum se detacaba haber fundado la Sociedad Bolivariana del Táchira y haber sido nombrado por López… Presidente del Instituto Nacional del Café, lo que está muy bien, pero que palidece junto a la hoja de vida de Escalante.

Corrían y se atropellaban “tiempos interesantes”, tal y como reza la antigua maldición china. En cuestión de semanas, Escalante había sido nombrado candidato por Medina para trancarle el paso a López en su aspiración de volver a ser presidente; Betancourt y Leoni habían viajado a Washington a plantearle la necesidad de una reforma constitucional que estableciera el sistema de sufragio directo, secreto y universal, porque si no, “resultaba inevitable el estallido de una insurrección cívico-militar”; Escalante llegaba al país, sufría el ataque de las camisas voladoras en el hotel “Ávila” y enloquecía por completo; Medina proponía a Biaggini; López se lanzaba como candidato; tenía inicio la lucha a muerte entre los dos generales; se enfrentaban seguidores lopecistas y partidarios medinistas; el comandante George Brett, adscrito al canal de Panamá, enviaba un avión estadounidense y sacaba a Escalante del país; la gente vivía de tensión en sobresalto en aquel clima político tan caldeado; y “todo se volvió siniestro” según Carrera Damas.

En medio de aquel río revuelto la ganancia fue de los mayores, capitanes y tenientes que estaban confabulados para dar el golpe. Pero no estaban solos, desde los primeros meses de 1945, el doctor Edmundo Fernández Marquis —futuro ministro de Sanidad durante el Trienio Adeco— había sido el enlace entre Pérez Jiménez y Betancourt.  En la casa del médico, de noche, en secreto, alrededor de una mesita hexagonal para jugar cartas y los ceniceros repletos de colillas mal apagadas, fue el encuentro de estos dos hombres… ¿preocupados, impetuosos, impacientes? La Dra. Renée Hartmann nos ayuda a imaginar a Betancourt: “Tiene también una gran ambición, una apasionada ambición de hacer muchas cosas. La presidencia es un paso necesario para realizarlas. Por ella pasa con la misma altura, dignidad y afanoso trabajo como pasó por la cárcel, la resistencia y el exilio”.

Así comenzaron las conversaciones entre los jóvenes militares listos para el alzamiento y unos pocos adecos de la directiva del partido. Pérez Jiménez se adueñó la palabra; criticó duramente el régimen de Medina; aseguró que los militares comprometidos en la conspiración no aspiraban gobernar el país; y concluyó con lo que tal vez Betancourt no esperaba, al menos de manera tan súbita: “Hemos llegado a la conclusión de que el civil que deberá presidir el gobierno provisional sea usted, señor Betancourt”. Podemos suponer la magnitud del compromiso…

Concentración política en el Nuevo Circo el 17 de octubre y Rómulo declama como hombre en vísperas de asumir el poder; golpe el 18 y el 19 se constituyó en el Palacio de Miraflores la Junta Revolucionaria de Gobierno: dos militares y cinco civiles. El objetivo era convocar a elecciones generales para democratizar el sistema político; Betancourt redactó “de su puño y letra” el decreto en donde se establecía que los miembros de la junta quedaban inhabilitados para postularse candidatos a la presidencia. Carrera Damas opina que este fue un descomunal sacrificio que tuvo que hacer Rómulo —quien no pudo ser candidato ni presidente en aquel período— para poder cerrarle el paso a los militares con inmediatas e inquietantes aspiraciones a la primera magistratura.

Para Simón Alberto Consalvi el 18 de Octubre fue un golpe de Estado que se transformó rápidamente en una revolución. Por su parte, el Dr. Juan Carlos Rey escribió que los adversarios de Acción Democrática han pretendido minimizar la importancia histórica de esta fecha y afirman que se trató de un golpe militar más, en cambio, que para los partidarios de AD siempre será una verdadera revolución de carácter democrático. El Dr. Carrera Damas afirma que es indudable que se trató de una revolución democrática; explica que la idea de «revolución» en este período es afín a la teoría del Poder de Vladimir Ilitch Lenin: “Sólo puede denominarse «revolución» aquella que está dirigida a promover un cambio social radical y la absoluta reformulación de la estructura de poder interna de la sociedad”. Una voz diferente y sonora es la del Dr. Itriago Camejo quien declara contundentemente: “El pronunciamiento castrense fue hábilmente bautizado por Rómulo Betancourt con otro mote «épico» para librarse de la mácula del simple Golpe Militar, iniciándose así uno de los grandes mitos revolucionarios de nuestra historia política contemporánea: la Revolución de Octubre”.

Han transcurrido 77 años y aún resuenan en esta casa las palabras de mi mamá:  “Lo del 18 fue el golpe que los adecos y Pérez Jiménez le dieron a Medina, el mejor presidente que ha tenido Venezuela”. Ya no puedo explicarle a Olga Cecilia Cabruja de Espada, Caraqueña y Medinista Principal, que todo fue mucho más complejo. En lo que todos seguimos estando de acuerdo es que todavía podemos recordar la democracia.

 

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