Frenesí - Carlos Raúl Hernández

Frenesí – Carlos Raúl Hernández

Publicado en: El Universal

Por: Carlos Raúl Hernández

Arrojaron los antisociales políticos a la diputada Delsa Solórzano un montón de ratas muertas, vejámenes ruines, lapidaciones, hojillazos. Precisamente ella, varios años en la línea dura, por lo que arriesgó simpatías y ahora pierde el favor que nunca terminó de tener entre los radicales. Especialmente quiso humillarla una conocida crápula de tuiter, un corazón purulento que acosó a una poetisa deprimida hasta que se suicidó, y se dio el gusto de hacer con la fonía del cargo de Solórzano un chiste rastrero.

Frenesí - Carlos Raúl Hernández
Cortesía: El Universal
Esa señora da la razón a aquel nihilista que dijo que los seres humanos eran un saco de humores fétidos, tripas, heces y torvas intenciones y que muy pocos tenían algo más que eso. La sociedad política debe salirse del chantaje de los antisociales, al que se sometió cuando dejó de dirigir y cambió la política democrática, pacífica y electoral para ponerse a la cola de éstos. Es de desear que la Asamblea Nacional librarse de caer en los toscos chantajes del señor Almagro y de los magistrados del exilio que se aprovechan de su nobleza para jugar a liquidarla.
Estar bien con Dios y con el diablo impide rechazar claramente la viveza lerda de quienes querían meter en el ring al presidente Zapatero, pero intentar una línea media los varó en el peor de los mundos. No es lo mismo ser centrista que ni-ní, dicen @Mibelis Acevedo y @FernandoMires. Un centrista tiene una posición beligerante basada en racionalidad política, se propone un juicio correcto frente al errado, y rechaza sin subterfugios los disparates. Un ni-ní es Tío Conejo, vivo, astutillo que quiere pasar agachado sin desagradar a nadie y termina irritando a todos.
El centro de la razón
Al centrista lo guía la prudencia, el sentido democrático; y es acertada la declaración de Capriles sobre eso. Al vivo la aspiración de nadar y cuidar la ropa, tocar campanas e ir en la procesión. El centro está a la ofensiva para derrotar los extremos. El ni-ní hace tortilla sin romper los huevos. La posición de centro obligaba a rechazar por mil razones la burrada de incluir a Zapatero en la agenda, mientras el Tío Conejo recomienda objetar su papel de mediador sin declararlo persona no grata, de manera que nadie se enfade demasiado. Pero esto es apenas un detalle del delirio furioso de destrucción que vivimos y que no parece parar.
El tanatos en el que creyó Freud por bastante tiempo se adueñó de los factores de poder, de las élites y eso explica que sean personalidades amargas las que tomaran del control de la sociedad. Comenzó con Caldera, cuyo programa de acción fue siempre descuartizar a Carlos Andrés Pérez, luego a los partidos, a su propio partido y a Eduardo Fernández. En la ordalía antiperecista y antipolítica se enrolaron empresarios, curas, editores, sindicalistas, políticos que salieron de la operación ahítos de sangre y como el Drácula de Leslie Nissen, muertos, pero felices.
Fue Caldera quien inició la alianza maligna, ese despertar necrófilo del Juicio Final que llamó chiripero, conformada por todos aquellos que habían fracasado en el intento de quebrar la democracia. Esa alianza íntegra la recibió luego el gran Leviatán que se dejó de sofisticaciones demócrata burguesas y “dijo las cosas como son”, “sin pelos en la lengua”, “se las cantó clarito” y lo adoraron. El lenguaje adoptado por los políticos en adelante fue ese y hasta hoy lo vemos patológicamente repetido hasta en la gestual de demasiados hombres y mujeres que han desempeñado funciones de dirección. Sobran Cantaclaros de piñata y faltan líderes.
El machito bocón
La inmensa votación de nuestro Leviatán pese a lo que digan los “engañados” por él, la obtuvo sin nunca engañar a nadie y exponer claramente su programa aniquilador, su frenesí moral. En adelante todos somos Chávez y cualquiera que tenga la infeliz idea de regresar a los usos y lenguajes de la política moderna, en la que se habla de entendimientos, acuerdos, parlamentos, alianzas, candidaturas, votos, pasa la desgracia. La figura socialmente aceptada en este horripilante periodo es el machito bocón, hombre o mujer, generalmente con aserrín dentro del cráneo y que lo único que puede anunciar al mundo son arrebatos.
Chávez los enseñó a golpear el puño contra la palma y otras señales de machismo, “a mí no me doblegan” “yo no les tengo miedo” y demás ridiculeces que deslumbran a cierta galería. Es demasiado triste porque gente bien criada, de familias estructuradas, que no tendría que comportarse como azote de barrio, desgraciadamente lo hace. Presentarse como moralista y como valiente puede compensar ante el público la ignorancia, la incapacidad política, la mediocridad y sobre todo la inacción. Quienes lo único que hacen es insultar, hablar de ética y anunciar catástrofes inasibles, puede que encubran: 1) Que no saben qué hay que hacer, 2) Que por eso no hacen nada, 3) Que servirían mejor para otra cosa. Líder es aquel que en todo momento se interroga sobre cómo salir del hoyo y trata de comunicarlo a los demás para ganar. Rómulo Betancourt en 1931 no gemía por la pobreza ni del costo de la vida, sino lanzó el Plan de Barranquilla. Havel no sollozaba por los horrores del comunismo checo. Se reunía con su equipo en bosques helados alrededor de Praga para ver cómo reabrían espacios democráticos. Ni pasaba la vida como un pavorreal diciendo que nada lo doblegaba. Sencillamente no se doblegaba (y era útil).

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