Jean Maninat

Reality Show – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Es que la ponen de papayita

Anónimo Piccolo Veneciano

A los gamonales les gusta humillar a sus allegados, a sus colaboradores más cercanos, incluso aquellos que estuvieron a su lado “desde el primer momento”, los que se creen a buen cobijo resguardados bajo el aura del jefe. De repente, un gesto destemplado, un eructo, una sonrisa burlona regresa al supuesto favorito a su condición de subalterno, de desvalido dependiente de los humores del mero, mero. Nadie está a salvo, es el mensaje desde la cúspide, mientras más enana más temible.

Stalin gustaba de organizar cenas bien rociadas de vodka en las cuales, para amenizar la sobremesa, se dedicaba a humillar a sus contertulios del politburó -con su anuencia- haciendo pesadas bromas sobre sus características corporales, o exigiéndoles que hicieran de bufón sobreactuando viejas parodias, (cuentan que el tosco campesino de Jrushchov era una víctima predilecta), para luego retirarse satisfecho a ver películas americanas en sus aposentos. (Otros jerarcas sufrieron muestras menos jocosas del temperamento del “padrecito” de la Unión Soviética).

Eran famosas las terroríficas pataletas que hacía Hitler cuando la realidad se empecinaba en contradecir sus desvaríos y la pagaba con sus circunspectos generales, y es visible el terror en el rostro sonriente de los funcionarios norcoreanos que siguen al Líder Supremo, Kim Jong-un a todos lados anotando en unas libretitas cuanta ocurrencia se le ocurra al déspota hereditario. Y ni hablar de aquellas interminables sesiones televisivas con el galáctico donde zarandeaba en público a sus ministros, quienes competían por ver quién anotaba más rápido los regaños sin levantar la mirada de la libreta, ni detener un nanosegundo el bolígrafo compilador de jalones de oreja. Bien que les valió prestar tanta atención.

Nos cuenta un asiduo colaborador de esta columna que en su vida anterior de funcionario internacional le tocó asistir a un congreso trabajador en Cuba. Ya sentado en su butaca asignada en el Teatro Karl Marx de La Habana, fue testigo del sistema de escarnio público que sufrían los ministros y altos funcionarios allí reunidos para rendirle cuentas a los delegados trabajadores de su gestión. Ante el reclamo de un arrojado delegado por la falta de repuestos para los equipos supuestamente enviados a una región… de repente se escuchó una voz queda, casi femenina, que desde algún lugar del teatro susurraba: Pero, compañeros, si les acabamos de enviar una cantidad significativa de bujías, alternadores, tuercas, correas de transmisión, llantas, limpiaparabrisas etc. A ver, que nos diga aquí el Ministro que fue lo que sucedió con todo eso que enviamos. Era el comandante Fidel, omnipresente, descargando la responsabilidad sobre el atribulado y sudoroso funcionario quien solo atinó a decir en su descargo que los repuestos eran rusos y no servían.

Y hace unos días, el presidente Petro reunió a los miembros de su gabinete en cadena nacional y frente a toda la nación televidente se dedicó a increparlos, regañarlos, culparlos de todas las insuficiencias y remarcar que él sí era un revolucionario pero su gabinete no. Los ministros que son llorones y el presidente que los pellizca: se armó un rifirrafe de palco y televisión míos, los funcionarios alzaron la voz resquebrajada, acusaciones fueron y vinieron, el presidente fue públicamente recriminado a su vez, la dupla Saravia-Benedetti volvió a intoxicar el ambiente y la vicepresidenta se quejó por la presencia del par en el gabinete. Luego, un ministro y un director, dimitieron, hasta ahora.  Lo que pretendía ser un evento aleccionador mediático se convirtió en un sainete catártico, público y más que notorio. El primer Reality Show político del continente…

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