Ta barato dame dos

Por: Jean Maninat

En los annus horribilis de la IV República, ideológicamente nebulosos, cuando la gente deambulaba como zombies consumistas -embrujados por la publicidad capitalista- de tienda en tienda, de almacén en almacén, de comercio de chinos en comercio de chinos allá por  La Candelaria, de centro comercial en centro comercial en Margarita; y los pasajes aéreos se adquirían a precios lo suficientemente razonables como para que un representante de las llamadas «clases emergentes» con un poco de esfuerzo y ahorro se pudiera dar un viajecito con la familia más allá de Cúcuta, digamos un brinco sobre el mar Caribe, emergió la tribu de los: Ta barato dame dos.

Según la antropología de litro y churrasco, la denominación se le debe al ingenio de los cubiches de Dade County o Aventura, quienes con las espuelas heredadas de los aguerridos  gallos de pelea que se criaban allá en «Cubita la bella», esperaban ávidos los autobuses repletos de turistas venezolanos que recorrían Miami -dispuestos a no dejar chuchería o Sale con cabeza- mientras comentaban socarronamente, «Caballero, por ahí vienen los ta barato dame dos».

Pero no fue sólo la caribeña y envidiosa maledicencia de los isleños la que hizo mofa cruenta con los viajeros venezolanos en peregrinación hacia Orlando con sus críos, esposas y suegras a cuestas. La intelligentsia criolla también los bombardeó con toda clase de burlas y chalequeos desde la cúspide de su refinamiento Coq d’or. Un renombrado cineasta les dedicó un documental donde los capturaba en su arrebato consumista y, al final, se regodeaba entrevistándolos en las colas del aeropuerto, a la espera del avión que los llevaría de  regreso a Caracas, empujando sus carritos repletos de mercancías y cargando con sus inmensos Mickey Mouse, como trofeos de su pasantía en el primer mundo.

Más allá de la sorna izquierdizante y elitesca tan en boga entonces, eran el símbolo de una sociedad que prosperaba, con grandes desigualdades, es cierto, pero que ya empezaba a trazar las rutas para que amplios sectores abandonaran la pobreza, sus hijos accedieran a la educación y  tuvieran la posibilidad de especializarse en universidades en el extranjero. (No era Arcadia, ciertamente, pero cuando se piensa en lo que estaba en marcha,  con un precio del petróleo que hoy luce irrisorio, cobra dimensión el crimen de quienes contribuyeron posteriormente a destruir, y no a perfeccionar, la democracia en nuestro país).

Una vez más quienes nos gobiernan quieren tapar el sol de su incompetencia soltando conejos con latas amarradas a la cola, a ver si el bullicio mantiene a la gente distraída del agobio cotidiano que significa levantarse a vivir. La última triquiñuela: organizar una poblada para arrancar de los comercios especializados productos electrodomésticos, lejos de ser una hábil maniobra, es la muestra de que no están en capacidad para detener el caos económico que han sembrado unas medidas obsoletas y comprobadamente perniciosas para cualquier economía, como las que han venido tomando en su espiral de insensatez. Una vez vacíos los anaqueles de las tiendas allanadas, ¿a dónde dirigirán la mirada rapaz? ¿Cómo responderán cuando la gente exija más y más, alentada por el espejismo de que la subsistencia es una piñata y todo negocio abierto a la luz del día es un botín?

No pareciera útil abrir una discusión acerca del talante de la gente que ha hecho cola para obtener los productos enajenados a los comerciantes. En medio de tanta premura, es difícil pedirle a alguien que aplique el imperativo categórico kantiano frente a una simple licuadora o una anoréxica pantalla plasma. Y por lo demás, puede uno terminar enterándose que Alejandrita, la sobrinita del alma, que además es ahijada, se caló su bululú y obtuvo su lavadora y de ñapa un horno microondas de los que tienen comando de voz. Otra cosa son los saqueadores de oficio.

De ser verdad que el gobierno implementó la rebatiña para mantener y ganar voluntades con miras al 8D, es una señal de lo incómodo que se sienten y que las alarmas están zumbando en rojo rojito en Miraflores.

¡Qué tiempos aquellos de los Ta barato dame dos! Había comida suficiente en los supermercados, el dólar no era una quimera, los jóvenes partían porque iban a regresar, la democracia se reformaba entre debates exigentes, los medios de comunicación se expresaban sin mucho temor, y quienes no estaban de acuerdo se encargaban de decirlo a pleno pulmón y con voz airada. No era Arcadia, ciertamente, pero qué bien se ve, en retrospectiva, desde la corte de los milagros que somos hoy. Por eso, el 8D haz tu cola y raspa tu voto.

@jeanmaninat

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