Brenda Estefan

Goodbye, Biden – Brenda Estefan

Son tiempos atípicos en Estados Unidos y no se debe descartar ningún escenario.

Publicado en: Opinión 51

Por: Brenda Estefan

«Ha sido el mayor honor de mi vida servir como su presidente. Y aunque mi intención ha sido buscar la reelección, creo que está en el mejor interés de mi partido y del país que me retire y me enfoque únicamente en cumplir con mis deberes como presidente durante el resto de mi mandato», así fue como el presidente Biden anunció su decisión de abandonar la candidatura presidencial.

Tras el desempeño catastrófico de Biden en el debate presidencial del 27 de junio, las voces que lo instaban a renunciar a la búsqueda de un segundo mandato se multiplicaron. Más de veinte legisladores hicieron pública su opinión de que Biden debía dar paso a otra candidatura. Grandes donantes cerraron la llave a los recursos que aportaban a la campaña y, en los días recientes, luego del atentado contra Trump, Biden perdió el apoyo de figuras clave como la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y los líderes de las bancadas demócratas en el Senado, Chuck Schumer, y en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries. Incluso el expresidente Obama habría hablado de cómo habían disminuido las posibilidades de triunfo de Biden frente a Trump y apuntado a que era momento de evaluar la viabilidad de su candidatura. La presión llegó a tal punto que era imposible creer que el presidente, con más de 50 años de carrera política, podría continuar con sus aspiraciones de encabezar a Estados Unidos en un segundo mandato.

Este proceso electoral ha estado marcado por primeras veces y momentos históricos. Este domingo, Biden sumó otro dato a la historia de la política estadounidense: es la segunda vez que un presidente en funciones abandona la candidatura a la reelección, siendo el único caso anterior el de Lyndon Johnson en 1968. Además, es la primera vez que esto sucede por motivos de salud/edad.

Como una forma de defender su propio legado, minutos después de comunicar su decisión a través de la red social X, Biden emitió un segundo mensaje en el que respaldó a su vicepresidenta, Kamala Harris, para que sea ella la candidata presidencial del Partido Demócrata. Figuras de liderazgo en el partido, como Hillary y Bill Clinton, la influyente senadora Elizabeth Warren, y el caucus afroestadounidense en la Cámara de Representantes, se sumaron al apoyo a Harris.

Un par de horas después, la vicepresidenta lanzó el inicio de su campaña. En una llamada telefónica con legisladores de su partido, señaló que «su intención es merecer y ganar la nominación demócrata… y derrotar a Trump.» Y agregó: «tenemos 107 días antes de la elección. Juntos lucharemos y juntos ganaremos.» En las horas siguientes se registraron 50 millones de dólares en donativos a la campaña de Harris, una cifra récord dentro de este ciclo electoral. Además, el Partido Demócrata en cuatro estados comprometió el apoyo de sus delegados a la vicepresidenta, a este ritmo a la mitad de la semana podría lograr tener el compromiso de suficientes delegados como para asegurar la candidatura demócrata.

Es indudable que Harris tiene una ventaja sobre los otros posibles candidatos. Tiene el respaldo del presidente Biden, muy pocas figuras demócratas tienen el posicionamiento a nivel nacional con el que ella cuenta, la transferencia de fondos de la campaña de Biden a la suya sería inmediata y, además, los demócratas saben que no hay tiempo para pugnas internas. Existen, desde luego, escépticos respecto a la candidatura de Harris, que consideran que hay perfiles más competitivos frente a Trump. Por eso la inmediatez de los movimientos de Harris, quiso matar la competencia interna antes de que naciera, ocupar el espacio político para que otros que puedan estar tentados a lanzar candidaturas alternativas sientan que es demasiado tarde, pues ella ya ha comenzado y una candidatura diferente podría ser un factor de división que el partido no necesita a tan pocos meses de la elección.

La pregunta hoy es si el Partido Demócrata se unirá en torno a ella o si aún habrá competencia interna. Al momento de escribir este artículo, personajes como Barack y Michelle Obama o Nancy Pelosi han aplaudido la decisión de Biden, pero no han apoyado abiertamente a Harris. Si no se lograra unidad en torno a la candidatura de Harris, la selección se definiría entre los aspirantes a candidatos (que cuenten con el respaldo de 300 delegados) en la Convención Nacional Demócrata que se desarrollará entre el 19 y el 22 de agosto en Chicago, donde los 3,900 delegados votarían para elegir a el o la abanderada.

Hace unos meses, parecía que el Partido Republicano tendría un proceso interno complicado con el gobernador de Florida, Ron DeSantis, y la exembajadora ante la ONU, Nikki Haley, disputando la candidatura al expresidente Trump. Mientras tanto, el camino en el campo demócrata parecía terso y despejado con el presidente como evidente candidato a un segundo mandato. Los roles se han invertido.

Hasta hoy las probabilidades de triunfo favorecían a Trump, pero son tiempos atípicos en Estados Unidos y no se debe descartar ningún escenario. Con Biden fuera de la boleta se acabaron los argumentos sobre las capacidades cognitivas del presidente, el magnate neoyorquino es ahora el candidato de mayor edad en buscar la presidencia de Estados Unidos y la incertidumbre sobre el futuro de la elección se reabre. Mala noticia para Trump, que hubiera preferido la previsibilidad de continuar enfrentándose a Biden.

 

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