El culebrón / Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Los «hunos» y los otros sabemos en qué termina este culebrón. Lo que no sabemos es el cómo y el cuándo. El divorcio ya fue pedido. El mal marido gruñe, escupe, dice vulgaridades, se hace el imbécil y cree que si evita recibir el papelito ganará el pleito y evitará la separación. Luego de haberse bebido todos los reales, de haberse rumbeado en lupanares el oro y el moro y de haber perdido en apuestas el patrimonio familiar, tuvo el tupé de llegar borracho perdido y repartir amenazas y golpiza. Como tiene panas de uniforme, la denuncia de violencia doméstica no le hace mella.  Y el tipo  encima de todo está convencido que hay que calárselo. Cree que no lo van a maletear. Sí, como no. Por el balcón le están lanzando el ultimo calzoncillos y las foticos y hasta las barajitas de colección. No tiene ni siquiera la mínima hidalguía para hacer mutis. Se hace la víctima y dice que eso que dicen de él es falso, que es una dulce palomita de paz. Busca unos malandritos para que ataquen la casa. Cree que asusta. Y lo que da es grima. Los amigotes ya ni le atienden las llamadas. Le sacan el cuerpo o directamente hablan mal de él. Le cierran las puertas en todas partes donde toca para echar su cuento. Es indefendible lo que ha hecho y lo que sigue haciendo. De tan patético, ya ni lástima da.
La familia ya decidió que no más, que ya basta, que ni una más. Sabe bien que el desastre es enorme. Ya tomó una decisión, irrevocable, que no tiene vuelta atrás; prefiere calarse la pelazón que venga que seguir cargando con el salvaje inútil, con eso que de marido mediocre se convirtió en llaga. Es un NO del tamaño de las pirámides de Egipto. Está out. Finito. No mandado al bullpen ni a los vestidores. Fuera. «Te vas porque yo quiero que te vayas», le cantan. Y el vecindario hace el coro. El hartazgo puede más que cualquier frase o nueva promesa de amor.
Ejercicio de contarse. Nadie podrá evitarlo. Ni comadres electorales, ni defensores del puesto, ni caciques en las cortes. Mucho menos las botas. El Patito Feo se convirtió en esplendoroso cisne, Pulgarcito se volvió poderoso gigante, los siete enanos crecieron y Cenicienta se puso sus zapatillas de cristal. La familia entera se calará todos los trámites. Lo quiere todo legal, todo legítimo. Divorcio con separación de cuerpos y bienes. Con presentaciones abiertas y con testigos. Con todos los documentos sellados.
El culebrón se acaba.  Zoom in lento sobre la protagonista que camina con los brazos alzados hacia un horizonte que recibe el sol al amanecer. Fade in a la palabra «Fin». Es tiempo ya de buenas y dignas letras. El guión de una nueva novela está listo. Y es una súper producción en la que todo el mundo quiere invertir.
@solmorillob

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