Escaparate Cultural se extiende y revoluciona la vida urbana en el arte – Andreina Mujica

Por: Andreina Mujica

Entrevistamos a Eugenia Esté – Fundadora y directora de FábulaDot, impulsora de Escaparate Cultural, Patricia Velasco – Curadora y psicóloga del arte, comisaria de la primera intervención: La rebelión de las formas, y a Rubén González – Responsable de comunicación y márketing de Fundación Humana, aliada principal del proyecto.

El resultado es un diálogo dinámico y fascinante sobre arte, moda y conciencia ecológica sumada al conocimiento de la historia.

  1. ¿Por qué convertir un escaparate en un “museo urbano”?

Eugenia: Escaparate Cultural nace de una pregunta simple: “¿Y si la gente que pasa de prisa por la calle pudiera toparse, sin previo aviso, con una historia que la sacuda?”. Queríamos que el arte dejara de ser destino para convertirse en sorpresa cotidiana y, al mismo tiempo, tender puentes entre sostenibilidad, memoria y creación joven.

Rubén: Desde Humana llevábamos tiempo usando la moda circular como herramienta de sensibilización, pero nuestros escaparates seguían siendo escaparates. De pronto llega Eugenia con la idea de transformarlos en micro-galerías y todo encaja: visibilidad, conciencia ambiental y apoyo a artistas emergentes… sin perder la función comercial de la tienda.

Patricia: Para la curaduría el reto era romper la vitrina como “caja de exhibición” y hacerla vibrar como espacio dramático. De ahí el diálogo con Maruja Mallo: una artista que ya en los años 30 se desmarcó de los circuitos oficiales y llevó la vanguardia a la calle, al carnaval, a la verbena. Su rebeldía justifica y potencia este desplazamiento.

  1. Sostenibilidad + arte + negocio: ¿utopía o modelo replicable?

Rubén: Nosotros funcionamos casi al 100 % con donaciones ciudadanas; la circularidad forma parte de nuestro ADN. El arte aporta un relato emocional que engancha a públicos muy diversos —del “vintage hunter” de 20 años a la clienta fiel de 50— y amplía la conversación sobre consumo responsable sin necesidad de grandes campañas pagadas.

Eugenia: Y viceversa: la tienda aporta flujo de gente real —no solo followers— a las obras. El artista deja de colgar en una “caja blanca” y se enfrenta a una audiencia heterogénea que quizá entra a comprar un abrigo y sale preguntándose por qué Mallo se quitó el sombrero en 1927.

Patricia: Ese cruce de lenguajes es saludable. El arte contemporáneo lleva décadas desplazándose a fábricas, mercados, redes sociales… Un local comercial es un paso lógico en ese mapa expandido. Importa que la alianza se sostenga en valores: transparencia, gobernanza horizontal y respeto por el planeta.

  1. El papel del público

Patricia: Hoy las audiencias ya no son “visitantes” pasivos sino coproductores de sentido. El algoritmo nos personaliza la oferta, pero también nos encierra. Un escaparate físico, en mitad de la calle, interrumpe esa burbuja y mezcla a quien sabe y a quien no sabe de arte. Esa colisión es valiosa.

Rubén: Lo comprobamos el día de la inauguración: estudiantes de moda, vecinos mayores, turistas con bolsas… Todos preguntaron qué significaba ese sombrero verde flotando sobre maniquíes sin cabeza. Ahí empieza la mediación.

Eugenia: Además, la instalación cambia por temporada, de modo que generamos expectativa. El próximo escaparate girará en torno a María Moliner con la artista valenciana Carmen Jordan de la Escuela Sur. El público podrá seguir un “itinerario de mujeres” sin comprar entrada.

  1. Migración y memoria personal

Eugenia: Yo he vivido en Caracas, Montreal y ahora Madrid. Cada mudanza fue perder y ganar: amigos, libros, idiomas. Escaparate Cultural es también mi manera de echar raíces —de apropiarme de la ciudad nombrando sus calles femeninas y tejiendo historias que la gente pueda reconocer como propias.

Patricia: Todos los que emigramos llevamos un archivo afectivo que busca cauces. Curar aquí, en diálogo con el legado de mujeres españolas invisibilizadas, me permite tender un puente entre mi Venezuela torsionada y esta España vibrante.

  1. Próximos pasos

Eugenia: Queremos consolidar una red de tiendas-galería en varias ciudades, sumar realidad aumentada y abrir un “Archivo Vivo de las Sinsombrero” en línea. Pero el crecimiento será orgánico: cada alianza debe respetar la ecología del barrio donde se instale.

Rubén: Por nuestra parte, mediremos impacto no solo en ventas, sino en conversaciones generadas, visitas guiadas y contenido digital. Si demostramos que arte y circularidad se refuerzan mutuamente, otras organizaciones sociales podrán replicar el modelo.

Patricia: Y desde la curaduría seguiremos explorando formatos híbridos: performance, sonoridad, taller participativo. El objetivo final es que el transeúnte entienda que la experiencia estética cabe en un gesto cotidiano —igual que Maruja Mallo entendió que la calle podía ser un manifiesto.

Escaparate Cultural arranca como una vitrina, ventana, escaparate, intervenida, pero aspira a convertirse en laboratorio permanente donde comercio responsable, arte contemporáneo y memoria femenina se sostengan mutuamente. “Se ama lo que se conoce”, dice Eugenia; “Se consume mejor lo que se comprende”, añade Rubén; “Y se es más libre cuando la ciudad se vuelve un texto abierto”, concluye Patricia. Quizás ahí resida la verdadera rebelión de las formas.

El tirón de público ha llevado a la tiendas Humana y Escaparate extender el tiempo de la exposición. No es casual, el Centro Botín de Santander va a ampliar la estancia hasta el 14 de septiembre de 2025 de su fabulosa muestra de la obra de Maruja Mallo. Apenas tres semanas después, el conjunto se trasladará —sin apenas desmontar el guion— a la capital: el Reina Sofía la abrirá al público el 8 de octubre de 2025 en el Edificio Sabatini, donde permanecerá hasta el 9 de marzo de 2026.

Se reinvidica a Maruja Mallo y se da vida a los escaparates de la ciudad a través del arte y el homenaje a su obra.

 

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