La tragedia de Colombia – Carlos Granés

Volvemos a los años en que la delincuencia trataba de someter, mediante el caos y el terror, al Estado

Publicado en: ABC

Por: Carlos Granés

Colombia ha retrocedido en la historia treinta, cuarenta años, a esos tiempos en que los políticos caían de las tribunas abaleados por niños sicarios. Parecía que la democracia, a pesar de no haber erradicado del todo la violencia, había logrado resistir a los intentos de Pablo Escobar, de las FARC y de los paramilitares por doblegar o corromper las instituciones. Parecía que estábamos en otro momento, un momento populista o de izquierdas, de cambio, dirían algunos, pero el atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay demuestra que en realidad estábamos en otra cosa, retrocediendo, en momento de involución histórica.

Volvemos a los años en que la delincuencia trataba de someter, mediante el caos y el terror, al Estado colombiano. Este atentado, como los temblores, tuvo más de veinte réplicas en el suroccidente del país que dejaron siete muertos y casi treinta heridos. Colombia se desbarranca hacia abismos conocidos, y solo una unión firme de los demócratas, sumada a una acción responsable y sólida de todas las instituciones, puede evitar que esta campaña presidencial se convierta en un infierno.

La mayor responsabilidad, por obvias razones, recae en el presidente Gustavo Petro. Es él quien ‘ debe calmar las aguas que con tanta irresponsabilidad agitó en la plaza pública, llamando «HP esclavistas» y «nazis» a sus opositores, y agitando símbolos tremebundos como la bandera de «guerra a muerte» de Bolívar. Es el momento de que entienda que las democracias se gobiernan dentro de las instituciones, con argumentos y votos, y no en las calles, enloqueciendo de odio al pueblo. Quienes atentaron contra Miguel Uribe están justamente ahí, por fuera, atacando las instituciones, ansiosos por verlas desmoronarse. Petro no puede ayudarlos planteando una guerra suicida contra el Congreso que no votó a favor de su consulta popular.

Lo preocupante es que, a juzgar por sus reacciones, no parece entender lo que está en juego. En una alocución presidencial en la que empezó hablando de Miguel Uribe y acabó disertando sobre los árabes en Colombia, Hegel y García Márquez, llamó «ratas de alcantarilla» a quienes han querido politizar el atentado. Sin ver su propia contradicción, lo dijo después de haber soltado una letanía pacifista. Dos días después, en Cali, anunció enardecido que había firmado un decreto para convocar su inconstitucional consulta, dando un paso decidido hacia la desinstitucionalización de Colombia.

Petro no se da cuenta de que esa es la lógica que envilece a las naciones. Si de verdad hubiera leído ‘Cien años soledad’, al menos tendría claro que imponerse a las buenas o a las malas, por pura soberbia, nunca trae nada bueno, solo muerte y autoritarismo. Y en un momento como este, en donde el narcotráfico vuelve a desafiar a la democracia, la prioridad es otra: unir al país y garantizar que habrá unas elecciones libres, sin más intimidaciones.

En el pasado fueron las instituciones las que salvaron a Colombia; ahora Petro no puede convertirse en su peor enemigo.

 

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