El retorno de los Quirites - José Rafael Herrera

El retorno de los Quirites – José Rafael Herrera

Publicado en: El Nacional

Por: José Rafael Herrera

Según Vico, en el curso que siguen las naciones se producen, con las variantes y características específicas de cada corso e ricorso de la historia, tres tipos de gobierno: 1) “El gobierno de los dioses” o teocracia, en el que los hombres creen que todas las cosas, naturales o civiles, están sometidas al inexorable destino, gobernadas por los dioses. Una época -agrega el filósofo italiano- regida por el mandato de los oráculos, que son “la cosa más antigua que puede ser leída en la historia”. (2) “El gobierno heroico” o “aristocrático”, también llamado de los Quirites Curetes, suerte de “sacerdotes armados en congregación pública, que se creen de origen divino”, que colocan “todas las razones civiles bajo las órdenes reinantes de los héroes, mientras que consideran a los plebeyos de origen bestial, a los que solo les está permitido el uso de la vida y de la libertad natural”. 3) El “gobierno humano”, en el que “por la igualdad de aquella naturaleza inteligente, propia del hombre, todos se igualan mediante las leyes, por lo que todos nacen populares y libres y por lo que todos o la mayor parte constituyen aquellas fuerzas justas de la ciudad por las cuales son señores de la libertad”.

En La filosofía di Giambattista Vico, Benedetto Croce ha insistido, con una serie de datos sorprendentes y bien documentados, acerca de cómo L’Espirit del lois de Montesquieu no hubiese podido llegar a definir los caracteres fundamentales de las diferentes formas de gobierno existentes sin antes haber leído la Scienza Nuova viquiana, aunque nunca la citara. Solo que el cartesianismo, inherente a la forma mentis propia de la cultura francesa, le impidió comprender, al Barón y Señor de la Brède, que esas formas de gobernar surgen en el devenir de la historia no de un modo sucesivo y mecánico sino, más bien, de un modo sinuoso, que va conformando una escalera espiral, plena de giros, con avances y retrocesos. Giros que son, además, “paralelos pero no sincrónicos”. Y es que, más que una estructura o un andamiaje, la historia es un organismo viviente, un Hundertwasser de signo heraclíteo que, no pocas veces llega a morderse la cola. Sierpe es una expresión magnífica, acuñada por Lezama Lima, pero inspirada en el sentido y significado serpenteante de la historia comprendida por Vico.

En sus orígenes, Quirites era el nombre de los antiguos ciudadanos romanos. Populus Romanus Quirites es el modo que definía al patricio, ciudadano-guerrero, fundador de Roma, en contraste con la plebe. El Quirites fue el fundador y creador del Ius Quiritium, del Derecho romano y, en consecuencia, de su ciudadanía total. De ahí el carácter consustancialmente aristocrático que comporta, porque los Quirites se autoconcebían como “los padres fundadores” de toda Nación. Y, aunque con el tiempo la palabra fue perdiendo su originaria connotación militar, la distinción de los caudillos con el pueblo llano ha quedado registrada como un eco que retumba sin misericordia en aquellas sociedades posesionadas por el estigma del ricorso viquiano. El patricio se fue haciendo patriarca. De hecho, aunque ya no lo sean de ningún modo, los Quirites de hoy se asumen como los héroes que fundan los Estados y que acogen en su seno a los fámulos, es decir, a los hambrientos -un término, por cierto, no menos sorprendente, dado que es de él que se deriva la palabra familia.

Ellos, los Quirites, se asumen como los propietarios de la tierra y “los fundadores de la patria”, tanto en Europa como en América, en lo que respecta a Occidente. Allá conformaron una real aristocracia. Acá una casta militar que se percibe heredera de los guerreros o de los caudillos que hicieron posible la creación de las nacionalidades. Son los “descendientes directos” de los Washington, los Bolívar o los San Martín. De ahí la necesidad de invocar a los héroes en nombre de la “gran hazaña” que se proponen: reivindicarse en sus señoríos. Pero, más concreta e históricamente, fue de semejante constructo que surgieron los Páez y los Monagas, así como los posteriores generales y coroneles de la Federación o las cabezas (los capos) de las “revoluciones” decimonónicas e, incluso, las de sus nietos, los “comandantes” de la guerra de guerrillas de mediados del Siglo XX. Y es que, a pesar de todos los desarrollos tecnológicos, de los grandes avances científicos o de la sorprendente automatización y robotización del mundo -todos, instrumentos al servicio de los intereses de los señores-, los valores preponderantes que amenazan con ceñirse sobre el tiempo presente parecen haber sido extraídos de la “inmarcesible memoria” de ese pasado. El coronelato y sus beneficiarios están aquí y forman parte del ahora, incluso bajo signos y estandartes invertidos. Quinitario, curete, ducado, condado, generalato, coronelato o comandato: da lo mismo. No sin razón, “il terzo gran lume romano”, Marco Terencio Varrón, señala que Quirites es el origen etimológico de la palabra llorar. Son “los fuertes” que se imponen y doblegan por la fuerza de las armas, los que forman una élite exclusiva, un clase aparte, fuera de las leyes ciudadanas o, en todo caso, manipulándolas para que siempre soplen a su favor. Son, en suma, la causa de este valle de lágrimas, los que se vienen hoy por el dominio de la semblanza del mundo, porque son ellos “los garantes de un nuevo orden mundial”. Y por eso mismo, el adagio les cabe: los tiranos no suelen pisarse la cola. No en el fondo, sino más bien a flor de piel, son gansters. Disponen de los bienes del Estado como si fuesen propios, mientras confunden y trastocan lo privado con lo público.

Sin duda, el estudio de la historia de la humanidad resulta interesante. Y se torna más interesante todavía cuando pasa -de continuo- de la epopeya a la tragedia y a la comedia o a la inversa. Tal vez por eso Marx observara que, cuando se repite, el bronce se trastoca en yeso. Pero en medio de esta farsa del tiempo presente, y parafraseando a Vico, la vida y los bienes de los fámulos -la gente sencilla- va quedando en las manos de los Quirites: “dotados de poderes paternos ciclópeos”, se atribuyen “el derecho sobre las personas y el derecho despótico sobre sus bienes. Así lo entiende Aristóteles al definir a los hijos de las familias como sus «instrumentos animados», viviendo siempre en un estado servil”. Por eso mismo, más allá de lo interesante que pueda resultar, el tejido de la historia se compone de un agudo dolor que conviene superar y conservar.

Con un axioma termina Vico su estudio sobre los Quirites: “el hombre sometido intenta naturalmente liberarse de la servidumbre”. Al final, siempre “los fámulos se amotinan contra los héroes”, porque “esta es la necesidad que, de forma general, hace posible el surgimiento de las repúblicas”. La conquista del gobierno de los hombres libres, del imperio de las leyes y de la plena realización ciudadana, es el resultado del espíritu de un pueblo convencido y dispuesto a actuar contra las cadenas que sujetan su humillada existencia. Siempre de nuevo, una y otra vez. Ponerle fin a la tiranía de los Quirites ha sido y siempre será una necesidad histórica.

 

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