Pedro Pablo Peñaloza

Er Conde del Guácharo: ¿Gracia o morisqueta? – Pedro Pablo Peñaloza

Por: Pedro Pablo Peñaloza

El debate sobre Benjamín Rausseo ha comenzado «el día después». Pero, ¿acaso nadie se pregunta qué pasó «el día antes»? Aquí preparan la comida, la mastican y se la dan a la gente para que se la trague. Sin embargo, nadie sabe quién cocinó ese plato. Todo muy oscuro.

Hasta hace unas semanas, Rafael Lacava era la fulgurante estrella que deslumbraba en todas las encuestas. Ahora ya nadie lo recuerda y la nueva figura es Rausseo. Este sí un cómico profesional, no amateur.

Surge la duda: ¿Cómo aparece en las encuestas? ¿Mención espontánea? ¿O alguien resolvió meterlo en una lista de presidenciables? De inmediato, los expertos tienen la explicación. Rausseo «representa», «significa». En fin, Er Conde «encarna».

Siempre llaman la atención esos análisis que parecen «olvidar» la censura y autocensura, la hegemonía comunicacional, la persecución e intervención de partidos, y la represión que se ensaña especialmente contra jóvenes y liderazgos emergentes. Dejando a un lado estos pequeños detalles, se limitan a repetir que la gente está cansada de los políticos. ¿Quiere comprar un outsider? Pregúnteme cómo.

En realidad, cansados de la política y los políticos están en todos lados. Por eso llegó a Presidente un señor llamado Donald Trump. Venezuela no es la excepción -2023 marca el 30 aniversario de la caída del bipartidismo criollo-, pero el contexto nacional sí es muy particular.

En esa realidad venezolana, ¿cómo encaja la jugada de Rausseo? Pocas referencias se tienen. Que lo asesoran Hilarión Cardozo hijo y Agustín Berríos. Que una vez, en el lejano 2006, asomó una aspiración que quedó en la nada, sin continuidad de ningún tipo y siguió con su carrera artística.

Henrique Capriles Radonski se preguntaba dónde había estado Rausseo todo este tiempo y un ejército en redes bastante disciplinado le respondió que «estudiando» y «formándose». Como si el señor se hubiera internado en un monasterio o enclaustrado con monjes tibetanos durante los últimos 16 años.

El discurso de Rausseo repite las cuatro o cinco obviedades que todos asumen: educación, salud, apertura económica, propiedad privada… Advertir esto, por cierto, no busca desconocer la capacidad de Rausseo. En todo caso, que se sepa ninguna universidad ofrece el diplomado de Cómo gobernar un país en ruinas.

Rausseo no es político, pero interpreta bien el papel. Asoma su nombre, envuelto en un velo de misterio, mientras otros se encargan de elaborar las teorías sobre su sorprendente impacto. Quizá aquí lo que se echa en falta es mayor claridad sobre sus orígenes y propósitos.

En su descargo, podrá argüir que si de algo carece la política venezolana es de transparencia. Que él no es más opaco que otros políticos tradicionales. Sin embargo, si se trata de marcar diferencias con la «casta», bien podría comenzar por despejar los nubarrones.

Porque en este país de rascacielos vacíos, bodegones y restaurantes voladores, no debe ser difícil conseguir 1 millón de dólares para impulsar a alguien que «simbolice» algo.

Para explicar el «fenómeno» Rausseo, un experto citaba el caso del «viejito del Tik Tok» en Colombia. Y precisamente ese no es el mejor ejemplo. Rodolfo Hernández -quien había sido alcalde- le abrió un boquete a las fuerzas tradicionales, se convirtió en el candidato anti-Petro, obtuvo un impresionante caudal de votos y… tras la derrota, desapareció, dejando a esos millones ciudadanos en el aire.

Todos son antipolíticos hasta que se meten en política. Hugo Chávez abominaba de los partidos y terminó creando uno que hasta incluye la pecaminosa palabra en su nombre: PSUV. La cosa es seria y demanda organización, compromiso y disciplina. Salvo que las intenciones sean otras.

Hasta el momento, al chavismo todo esto le causa gracia. Ya se verá si más adelante no le da risa y aplica el rigor ampliamente conocido por sus adversarios.

En este punto, puede ser útil traer a la memoria aquella «candidatura» presidencial de Pedro León Zapata. ¿Usted votaría por Zapata? 13,4% respondió a Gallup que sí apoyaría al celebrado pintor, caricaturista y humorista. Pero esa era la Venezuela de 1987, a dos años de que comenzara el deslave que hasta aquí nos trajo. A la Venezuela de hoy le alcanza con Er Conde del Guácharo.

 

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