Explicación de María Corina Machado - Elías Pino Iturrieta

Explicación de María Corina Machado – Elías Pino Iturrieta

“La abulia y la incuria del madurismo en materia de asistencia social y de atención laboral les ha metido en el pellejo la cartilla de una responsabilidad personal que se impone frente a la indiferencia de los controladores del poder. El individualismo fomentado por el madurismo es el soporte sorpresivo de la plataforma de una triunfadora. Ninguna mujer fue aclamada por millones de venezolanos como sucede ahora con María Corina Machado. Es un caso insólito. ¿A cuál motivo lo atribuimos?”.

Publicado en: La Gran Aldea

Por: Elías Pino Iturrieta

Inicio el artículo con una afirmación tajante: María Corina Machado es la mujer que ha tenido mayor influencia en la historia de Venezuela. Desde cuando comenzaron los procesos que nos formaron como gregarismo específico, ninguna otra determinó o ha determinado el comportamiento de la sociedad como lo hace ella en nuestros días. Pueden estar ante una afirmación de Perogrullo si consideran que, durante el período colonial o más adelante, en el lapso de las guerras de Independencia y cuando se formó el Estado nacional, el control de la vida y el manejo de la política fueron cosas de hombres. Pero relativamente o solo a vuelo de pájaro, debido a que la historiografía ha puesto el ojo en un elenco de féminas que no se conformó entonces con los oficios del hogar, ni con la dependencia del padre o del esposo, para destacar en la parcela de los negocios públicos. Y ni hablar del siglo XX, especialmente después del ventarrón del Octubrismo adeco y del establecimiento del sufragio universal, gracias a cuyo calor la mujer hizo pedazos su papel secundario para ocupar el centro de la escena como cualquiera del “sexo fuerte”.

Desde entonces resulta fácil la ubicación de miles de venezolanas que provocaron mudanzas fundamentales en áreas como la creación de partidos políticos, el trabajo en la alta burocracia, la actividad legislativa y parlamentaria, la enseñanza universitaria y otras pedagogías, la investigación científica, la lucha sindical, la evolución empresarial, la  artesanía, los espectáculos públicos, el deporte, las faenas del pensamiento, las letras y las artes en general. Pero ninguna llegó a la cúspide en la que ahora reina a solas María Corina Machado. Muy sencillo, en el caso de las otras: su trabajo no traspasó los límites de un área o de un oficio específico. Apenas se empeñaron en la proyección de una potencia de luz que se redujo a los confines de un cometido singular, a una especie de limitación espontánea o de entendimiento razonable de no abarcar demasiado, o al hecho de que no estaba entre  sus pretensiones el aprovechamiento de las mareas para sentarse en un trono insólito y riesgoso. O también, la verdad sea dicha, porque las uvas estaban verdes en el solar de las más creídas. Ante la trayectoria de María Corina Machado, no existe ni la mínima posibilidad de una analogía que las meta en el mismo saco.

“Todos esos factores labran la ruta de un inédito reinado. Así las cosas, el madurismo puede ser abatido por una enfática dama liberal”

Pero algo tiene el agua cuando la bendicen, es decir, seguramente el suceso depende de unas cualidades individuales que han conducido a una consagración nacional. Un currículum  profesional y un tránsito previo por el mundo empresarial remiten a la inexistencia de la improvisación, es decir, a un contraste capaz de apabullar a centenares de figuras públicas que procuran el poder y la riqueza sin certificados que avalen el empeño. La atracción de la presencia física no deja de colaborar, debido a que la estética personal tiene peso de sobra en la balanza de una selección colectiva que prefiere la facilidad de contemplar caras y cuerpos al delicado trajín de las radiografías. Mas se queda uno corto y cae en lo superfluo si solo se detiene en lo que salta a la vista, especialmente cuando, como sucede ahora, media  el aval de una lucha contra la dictadura que es susceptible de especial atención. Sin dejar de recordar que no ha sido ella sola la que ha levantado la voz contra el chavismo. Otros y otras de distintas tendencias y banderías lo han hecho también y han pagado con la vida y con cárcel, o han sido torturados por su valentía, pero solo ella ha evitado los silencios ominosos, las cautelas continuas, las esperas sin sentido, las espantadas, las ausencias y las vacaciones inexplicables en una pugna sin conclusión a la vista. Y aquí caemos en el terreno de las explicaciones cuya relación incumbe más a los políticos de oposición que a los destellos de la estrella ascendente.

Hemos tratado de describir las cualidades de la dirigente, pero conviene llamar la atención sobre cómo han ayudado en su elevación otros personajes de la trama que igualmente  pretenden el control del poder. El crecimiento de la líder ha dependido del descenso del resto de los políticos conocidos y establecidos, cuyo desempeño como opositores ha provocado el desencanto de la ciudadanía. Ella asciende sin tropiezos porque la gente se hartó de la ineficacia de quienes se habían comprometido a librarnos del dictador. Alumbra una sola luz porque el resto de los candiles se apagó, o porque ya no cumplen su función en el candelero. El mal de muchos ha creado la ilusión de un flamante consuelo de la sociedad, trasfigurado  en una sola encarnación, sin quebrarse la cabeza en el entendimiento de la razón de un ascenso tan solitario y de un declive tan rebosado de culpables. O, asunto de trascendencia en la antesala de la elección presidencial del año entrante, sin sentir la vulnerabilidad de una linterna que funciona porque a las otras se les secaron las pilas. Yo prefiero las constelaciones, aunque sean contados sus astros, pero las mayorías venezolanas exhiben hoy otro tipo de preferencia.

El discurso que viene machacando también ha sido esencial para el establecimiento de un vínculo cercano con amplios sectores de la sociedad. No porque las mayorías compartan su planteamiento, que insiste en la valoración del trabajo y en el encomio del esfuerzo personal como vehículos de ascenso individual y de bienestar compartido -es un tema que rara vez  ha provocado entusiasmos en la “Tierra de Gracia”-, sino por un auxilio no académico ni racional que le ha suministrado la dictadura. Especialmente después de la dolarización de la economía, debido a la cual una considerable masa de la población ha probado que solo mediante el sudor de su frente y el movimiento de sus brazos puede llegar a la sobrevivencia, y hasta a un mejor pasar, debido a cómo los ha dejado el régimen de su cuenta sin atender necesidades mínimas. Los dólares que la gente sencilla gana por su esfuerzo, mas también las divisas que llegan del exterior debido al afán de los inmigrantes, hacen que, por primera vez en el país, o por lo menos desde cuando se fundó el Estado nacional bajo la inspiración del pensamiento liberal, el trabajo sea considerado como pilar de una sociedad que apenas encuentra pocas maneras de sobrevivir. No por la influencia de un discurso divulgado por nuestros manchesterianos de 1830, ni por el desafío neoliberal que ahora propone la candidata, sino porque la abulia y la incuria del madurismo en materia de asistencia social y de atención laboral les ha metido en el pellejo la cartilla de una responsabilidad personal que se impone frente a la indiferencia de los controladores del poder. Tal reacción, desarrollada en amplios estratos y alimentada por empresas que comienzan a educar a sus empleados en el área de la atención de los clientes y en un puntual cumplimiento de sus obligaciones, es muleta ubicua para los planteamientos de la candidata. El individualismo fomentado por el madurismo es el soporte sorpresivo de la plataforma de una triunfadora.

Ninguna mujer fue aclamada por millones de venezolanos como sucede ahora con María Corina Machado, a ninguna se siguió con entusiasmo masivo antes, si no contaba con el apoyo previo de un partido político o de miembros de un determinado gobierno. Ni aun en tales casos, para decirlo de una buena vez. Solo ella ha logrado simpatías en gente de todas las clases sociales, desde las más pudientes y refinadas hasta las más pobres y comunes, sin que se advierta la alternativa de que pueda suceder algo semejante con otra de su género, o con los hombres que ejercen el oficio de la política. Simpatías que no son fantasías ni exageraciones, porque se han concretado de manera abrumadora en la elección primaria que acaba de suceder. Es un caso insólito. ¿A cuál motivo lo atribuimos? Sin subestimar sus cualidades personales, que son fundamentales, debemos examinar con cuidado los cambios del contorno, el matadero en que se ha vuelto para centenares de políticos y en la negación de la gasolina que ha proclamado para camiones de discursos hueros, en el desierto de desilusiones que no acaban y en los olores de un sudor de trabajo y empeño que pocas veces se sintió en el pasado. Todos esos factores labran la ruta de un inédito reinado. Así las cosas, el madurismo puede ser abatido por una enfática dama liberal.

 

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