Por: Carlos Raúl Hernández
En una terrible sesión de tortura, cuando el malvado enemigo le golpeó salvajemente un testículo, Bond (Daniel Craig) le grita «ese no estúpido: el que me pica es el otro». Luego, ya salvo y hospitalizado, aunque terriblemente herido, Vesper (la deslumbrante Eva Green) le dice amorosa: «aunque quedara de ti solo tu sonrisa y el meñique izquierdo, serías el más hombre que he conocido -a lo que Bond responde- ¡claro, porque sabes lo que puedo hacer con ese meñique».
No creo que ninguna de las circunstancias, ni menos el comentario de Vesper, calcen al Bond local, nuestro hombre en La Habana, el agente cubano que regentaba La Hojilla, uno de los acontecimientos comunicacionales más insólitos conocidos, sólo comparable de lejos con «la radio del odio» surgida en EEUU para destruir a Clinton. El triunfo del joven líder de Arkansas, del que se conocían sus tendencias liberales y extravagancias eróticas, desató una reacción infernal. Todo tipo de sicópatas, sociópatas, alcohólicos, personajes frustrados, generalmente vidas destruidas, se plantaban ante los micrófonos a volcar la oscuridad que llevaban por dentro.
La diferencia es que los enfermos que desahogaban sus amarguras en esas radios, muchas de ellas propiedad del magnate Rupert Murdoch, conseguían sus propios recursos para perpetrar los programas y a nadie podría ocurrírsele la monstruosa aberración de que se realizaran con apoyo del Estado federal o de algún gobierno regional o local. Esos programas –La Nación Salvaje, El show de John y Keny, El show de Lou Dobbs, El independiente y muchos otros-, los inmortalizó precisamente el camarada revolucionario y bolivariano Oliver Stone en su medianamente conocida Talk radio (1988).
Estaban dirigidos contra las minorías, contra aquellos que actuaban y pensaban diferente al comportamiento, la etnia o religión que se asume equivocadamente como «correcta». Judíos, asiáticos, negros, latinos, transexuales o cualquier otro grupo maldito era objeto de descargas de rencor e incitaciones para que los agredieran. Y no se crea que es un comportamiento de blancos contra gente de color, «suprematismo blanco». El racismo del odio ha operado y opera en sentido contrario y existen suprematismos negro, asiático o musulmán exactamente iguales.
En EEUU surgieron en los años 60 «el Poder Negro» y los «Panteras Negras» de Stokely Carmichael, que se proponían como programa nada menos que destruir a «los blancos y su civilización», «incendiar los valores de la cultura blanca». Más recientemente en Ruanda, medios vinculados al gobierno de izquierda, emprendieron la masacre de Hutus contra Tutsis como relata la cinta Hotel Ruanda. Al Qaeda es el mayor asesino de musulmanes desde el Imperio Otomano, también musulmán y peores formas de opresión que lo que viven las mujeres en las sociedades islámicas es impensable.
Pero las más implacables formas de segregación conocidas en el siglo XX fueron los movimientos revolucionarios, que dividieron hasta las familias. Crearon el racismo ideológico, además de que practican todos los demás. Sólo los esperpentos malévolos que han conducido revoluciones de izquierda o derecha: Stalin, Mao, Hitler, Pinochet, Franco, Castro, Videla, se han permitido el acto criminal de referirse a los ciudadanos de sus países como gusanos, escoria, animales, bestias, subhombres, sucios, cucarachas, y en las degeneraciones políticas más recientes hablan de escuálidos, apátridas, miserables, moscas y basura.
VTV es la más genuina representación del gobierno revolucionario actual, la barbarie, la traición, la cobardía, la falta de decencia y escrúpulos, la incitación atroz. Simbólicamente equivale a la Seguridad Nacional perezjimenista en la era de las comunicaciones. James Bond Silva y cualquiera de sus continuadores no son más que el instrumento de quien lo tenía allí, su padre y sustento. Todo lo que se diga y se piense sobre él es aplicable a su desaparecido demiurgo.
Insultar, vejar cuando se cuenta con 20 guardaespaldas, apoyo del autócrata y una casa llena de fusiles revela una profunda debilidad humana, sicológica y personal. Cómo se comportarían los revolucionarios de este régimen -y no sólo el agente cubano de La Hojilla– en un calabozo frente a esbirros, o frente a un guardia envenenado de rencor que dispara perdigones a la cara de adolescentes. Conozco varios que sin llegar a los extremos del auténtico Bond frente a su verdugo, soportaron palizas, y torturas, pero no se doblegaron. Nunca tuvieron guardaespaldas.