Publicado en: Ideas de Babel
Por: Trino Márquez
Desde la elección presidencial del 28 de julio, le he dedicado bastante tiempo a examinar distintos estudios de opinión que han circulado, especialmente a través de las redes sociales, desde ese día. El aspecto predominante, presente en todas las investigaciones serias, es que el 28-J se inició una etapa marcada, en el plano político, por el desconcierto, la frustración y las sospechas surgidas en un amplio sector de la población acerca de lo ocurrido ese domingo.
La leve, pero apreciable mejoría en el clima emocional de la nación y el incremento del optimismo y la esperanza detectados por esas mismas empresas en los estudios de los primeros meses de 2024, estuvieron asociados con las posibilidades de transformación del sistema político, que la gente veía a partir de la elección del 28-J. La alta expectativa de lograr el cambio pacífico por la vía electoral incidió en la intención de los ciudadanos de concurrir a los centros de votación de forma masiva el día de la elección. Desde 2023 se venía observando esa tendencia, la cual fue aumentando a medida que se aproximaba la fecha de la cita. La elección del presidente de la República fue despertando de nuevo en los ciudadanos el deseo de participar en la vida pública y comprometerse con ella a través del sufragio.
De los estudios que consulté se derivaba que el 28-J era considerado por la mayoría de los venezolanos como una fecha de importancia crucial en la historia reciente de Venezuela.
En todos los escenarios considerados en los estudios que antecedieron la jornada de julio —polarizado, pregunta a los indecisos, voto declarado, simulación de voto (‘votación secreta’)— el candidato de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), Edmundo González Urrutia, obtenía una amplia y sólida ventaja sobre Nicolás Maduro, aspirante a la segunda reelección.
La holgura mostrada por los sondeos de opinión —según todas las evidencias de las cuales se dispone (actas recogidas por la PUD, declaraciones del Centro Carter, encuestas a boca de urna realizadas ese día, entre otras) cristalizaron en las urnas electorales el domingo 28-J, con un claro triunfo de González Urrutia.
Sin embargo, como algunas firmas encuestadoras también lo registraron en la fase previa al sufragio, lamentablemente se cumplieron los temores de aquellos votantes que anticipaban que el Gobierno del presidente Maduro no admitiría la derrota, y que el país, en vez de iniciar un proceso de transición pacífico y ordenado hacia una nueva fase, como debía ser de acuerdo con el mandato constitucional, vería incrementar la incertidumbre, la tensión política y el deterioro de la nación.
La mayoría de los venezolanos duda de la veracidad de los resultados señalados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), cree que el verdadero triunfador de la elección presidencial fue González Urrutia. También considera que existen suficientes razones para protestar, pero se niega hacerlo porque prevé que la represión será aún mayor de lo que ha sido hasta ahora.
A partir del 28-J debía abrirse una nueva fase más democrática, tolerante, inclusiva y pacífica para Venezuela. No ha sido así. En el plano nacional e internacional se ha arraigado la idea de que el 28-J se desconoció la voluntad y la soberanía popular. Esta convicción ha reforzado la frustración y el malestar colectivo. El número de venezolanos que está cruzando las distintas fronteras se eleva con el paso de los días. Los gobiernos de Colombia y Panamá señalan este hecho continuamente. El venezolano común se siente impulsado a salir de la nación.
La élite gobernante tendrá que introducir giros notables en el diseño y aplicación de las políticas económicas y sociales, de modo que se produzca un crecimiento sostenido que permita reducir la pobreza y la exclusión social. Deberá mejorar notablemente los servicios públicos y propiciar un marco de negociaciones y entendimiento con todos los sectores políticos y económicos del país, con fin de normalizar la vida nacional.
La materialización de ese objetivo tan exigente luce improbable por la percepción tan negativa que existe en la población acerca de lo ocurrido el 28-J. Esa es la realidad inocultable que muestran los estudios de opinión. La represión y la persecución continua no es la alternativa.