Jean Maninat

Viaje a Hispania – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

(Una ficción a modo de ejercicio de estilo periodístico para fusilar la manera “imparcial” de reportar sobre Latinoamérica de un diario español. Por su estilo lo reconoceréis)

Apenas salir del avión y adentrarse en los pasillos del aeropuerto de Barajas, hay que correr desaforado a la par de otros pasajeros que también corren desaforados, suben y bajan escaleras, o a codazos entran en un ascensor, todo para llegar a las casetas de inmigración donde lo esperan unos guardias mal encarados dispuestos a amargarle la llegada con sádica profesionalidad. Si por casualidad usted es portador de un pasaporte sudaca, o de un pasaporte español pero tiene usted una rotunda cara de sudaca, encomiende su alma al Señor, porque lo que le vendrá encima será un diluvio de preguntas capciosas y mal intencionadas. ¿Qué se le perdió por aquí? ¿A ver, cuánto dinero trae? ¡Y responda sin mentir, le advierto!  ¿Ya pagó los impuestos? ¿Y su madre a qué se dedica?

Si sobrevive a la experiencia, y consigue un taxi que lo lleve a la ciudad, mida bien sus palabras porque puede dar inicio a una interminable perorata de esas que llaman de “sabiduría de taxista” poblada de exabruptos de toda clase. “Buenos días” “Pues me dirá usted que tienen de buenos, porque yo trabajo todo el día en este coche, aguantando a los pasajeros, y ni para un café con bocadillo alcanza. Y encima, mire esa plaza allí a la derecha, los ve como campean a sus anchas, esto está lleno de sudacas y africanos. ¿Le gusta el fútbol? Pues aquí los equipos parecen una asamblea de esas… de las Naciones Unidas ¡Qué se lo digo yo, esto se lo llevó quien lo trajo!”

Una vez a salvo en la calle, camine atento y de preferencia mirando de vez en cuando hacia arriba, pues los maridos gustan de lanzar a sus mujeres desde los pisos superiores de los edificios y en más de una ocasión le han caído en la cabeza a algún transeúnte desprevenido. Y ni hablar de los adictos que pululan por todos lados y han tomado las terrazas de los cafés dejando las mesas llenas de bandas elásticas y jeringas. Y ojo, si es usted menor de edad no se le ocurra acercarse a un colegio de curas.

En los medios de comunicación se oculta la lucha de los pueblos oprimidos por las élites indolentes de Madrid y se reprime a los sectores populares e independentistas, como a los de Cataluña, que luchan por recuperar su identidad cultural, su idioma y costumbres ancestrales que les han sido conculcadas por los que detentan el poder político y económico. Sus líderes, han tenido que partir al exilio -como los de Barcelona- acusados de sedición por el simple hecho de defender unas ideas que son ampliamente apoyadas por los sectores populares históricamente marginados por el centralismo de la capital.

Pablo Iglesias, un dirigente social con amplio apoyo popular, un símbolo de las luchas sociales, ha sido atacado por las cúpulas, apartado de la política, y reducido a esporádicas apariciones en la televisión. Lo mismo ha sucedido con renombradas feministas, a quienes se les hostiga desde las cumbres del poder mediático. La humilde casa de Iglesias, se ha convertido en un símbolo de entrega y sacrificio por la causa de los débiles y está permanentemente rodeada de sus fieles para protegerla como santuario de la libertad y la justicia social. La casta le teme.

Ya de regreso, dejamos atrás un país sumido en contradicciones, con inmensas desigualdades sociales, con una protección social muy débil y desgarrado por sus contradicciones, pero eso sí, poblado por un pueblo alegre, vivaz, amante del sol, de la música y el baile, de la vida… en pocas palabras.

 

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