El primer debate entre Trump y Biden: pelea de barro y cocaína - Luján Artola

El primer debate entre Trump y Biden: pelea de barro y cocaína – Luján Artola

Publicado en: El Confidencial

                                                                                                                                        Por:  Luján Artola

Cleveland (Ohio) fue ayer el epicentro del mundo. Un planeta en medio de una pandemia que buscaba respuestas desesperadas. Más de 100 millones de espectadores han estado pegados a la señal del primer encuentro entre los dos candidatos a las elecciones presidenciales de noviembre. No más de 70 personas entre el público en un montaje sobrio y poco festivo.

En el recinto, todos los periodistas, cámaras, técnicos y asesores llevaban puesta una pulsera de papel, tras haberse hecho los test del covid-19. Como si fuera un resort de todo incluido, con cubrebocas, pero muy lejos de ser ese gran paraíso de la discusión a los que los americanos estaban acostumbrados.

Durante 90 minutos, Donald Trump y Joe Biden surfearon con Cris Wallace, el veterano periodista de la cadena Fox, los temas calientes del momento: Tribunal Supremo, la economía, la pandemia, la violencia y el racismo. Lo que fue una salida sonriente y calmada, en poco más de dos minutos, se convirtió en una reunión de ancianos jugando al dominó, cabreados, nerviosos y lleno de tensas miradas.

El moderador Wallace sufrió lo que no está escrito por ordenar los turnos y hubo momentos tan complicados que parecía que iba a levantarse, pegar un grito a ambos y largarse tirando el guion al suelo. Porque lejos de aclarar, atraer votantes o consolidar seguidores, las descalificaciones e interrupciones han sido más propias de unos viejos cascarrabias contando batallas de la guerra (cada uno desde su bando).

Trump acusó a Biden de ser el títere de la izquierda radicalaseverando que el candidato demócrata sería débil ante el crimen y la violencia. «Todo el mundo sabe que eres un mentiroso», respondió Biden más de veinte veces que acusó al candidato republicano de ser una «mascota de Putin». Sobre la economía, Trump acusó a Biden de cerrar el país y hundirlo, y este le replicó no tener ningún plan para contener ni la crisis ni la pandemia. Mientras el presidente se felicitaba por haber reiniciado la liga de fútbol, haber abierto los colegios y haber ayudado a los negocios y las empresas, salió a la palestra el asunto espinoso de los impuestos.

Lo que fue una salida sonriente y calmada se convirtió en una reunión de ancianos jugando al dominó, cabreados, tensos, nerviosos

Tras las últimas revelaciones de los famosos 750 dólares que Trump debió pagar durante más de 10 años, cosa que él negó hasta la saciedad, aseguró no tener por qué probar con ninguna auditoría, ya que «como muchos americanos, antes, trampeaba con la ley». Prometió en este punto, una vez más no utilizar el Supremo a favor de una posible investigación. Y como si ambos se apoyaran en los pilares de la tierra volvieron a llamarse de todo: ‘payaso’, ‘bocazas’ y otras lindezas que han puesto patas arriba los códigos de respeto que se suponían en este tipo de contiendas. Porque entre los tartamudeos de uno y el estilo matón del otro, se han desvanecido todas las expectativas para los próximos cuatro años, pase lo que pase en noviembre. Ambos han dado por hecho que el resultado de las elecciones podría tardar meses en saberse y además, Trump reconoció que podía ser impugnado y que iba a ser fraudulento debido al disputado voto por correo.

Quizá uno de los momentos más desagradables fue cuando el presidente mencionó las supuestas corrupciones del hijo de Biden. Al estar ambos gritando a la vez, uno no oyó al otro y entonces se produjo un enredo bochornoso. Uno hablaba del ya difunto Bob y su servicio en Irak y el otro, de Hunter, sus negocios oscuros y su expulsión del ejército. En ese momento, Biden reconoció la adicción a la cocaína, ya superada, como el motivo por el su hijo Hunter, dejó de ser soldado. Y justo en ese minuto, fue cuando ambos se dieron cuenta de que habían ido demasiado lejos. Pero ya era tarde. Biden no consiguió mantener la sonrisa que había exhibido y se empezó a mostrar tocado, cansado y hundido.

El primer debate entre Trump y Biden: pelea de barro y cocaína - Luján Artola
Biden, de espaldas, frente al moderador Chris Wallace
Cortesía: Reuters

Trump intentó sin éxito, replegar su excesivo control (y dominación) sobre su oponente que, de manera más educada, mantuvo, como pudo, el decoro. Entre los dos sacaron de debajo de la alfombra lo peor de América: el supremacismo, el Ku Klux Klan, la violencia racial, la desigualdad, la sanidad, las protestas, el vandalismo y un largo etcétera eterno y desolador. Por si se habían dejado algo, cuajaron sus discursos con entrecomillados como: «Llevas 47 años en política y no has hecho nada» y “eres el peor presidente de la historia de Estados Unidos”. Sentencias demasiado drásticas y largas.

Entre los tartamudeos de uno y el estilo matón del otro, se han desvanecido todas las expectativas para los próximos cuatro años

Finalmente, ambos intentaron dirigirse a la nación, con esas miradas directas al tiro de cámara en un amago desesperado de recuperar algo la dignidad de esa cita electoral. Se agarraron como pudieron a algún que otro eslogan o frase inspiradora, pero todo fue inútil. Porque Cris Wallace, tenía las manos temblorosas, las pulsaciones desorbitadas y zanjó el debate en medio de lo que parecía iba a ser un final algo amable. Se despidió con prisa emplazando a los espectadores a los próximos dos encuentros pendientes. Y será en ellos donde veremos —si es que queda algo de vida inteligente en este planeta— la enmienda a todos estos errores que han cometido. Porque ningún país está para fiestas ni peleas sucias.

Porque las filtraciones a la prensa de todo tipo de escándalos no han hecho más que empezar y se están abriendo cajones enteros de información oscura en ambas direcciones. Como si hubiera poca leña en el fuego, va a arder Troya. Y es que nos estamos acostumbrando a un nivel político deplorable, sin ningún atisbo de anticipación ni solución a los problemas, colonizado por populismos baratos y trufado de titulares de corto alcance llenos de metralla. Y quizá, en esta cita, muchos buscaban no solo un candidato, sino alguien que supiera calmar la tormenta. Napoleón decía que un líder es un vendedor de esperanza. Ayer, entre los dos, solo consiguieron poner a la venta una América deprimente y llena de barro.

 

 

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