Soledad Morillo Belloso

Tres, solo tres – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

De los 47 posibles votos, hubo 3 No, 22 Sí y 33 abstenciones.  22 países votaron a favor de la resolución de darle el mandato a la Misión de verificación de Hechos de la ONU de trabajar en Venezuela por 2 años más. En la acera de enfrente, es decir los que se opusieron, fueron tres (apenas tres): Eritrea, Filipinas y, claro está el voto del régimen de Maduro. Votaron Sí un grupo de  democracias americanas: Argentina, Bahamas, Brasil, Chile, Perú y Uruguay. Y también las democracias  europeas: España, Austria, Bulgaria, República Checa, Dinamarca, Alemania, Italia, Holanda, Polonia, Eslovaquia y Ucrania. Se sumaron a la moción Japón, Australia, Fiji, Islas Marshall y Corea.

Se abstuvieron 22, a saber, Afganistán, Angola, Armenia, Baréin, Bangladesh, Burkina Faso, Camerún, Congo, India, Indonesia, Libia, Mauritania, México, Namibia, Nepal, Nigeria, Pakistán, Qatar, Senegal, Somalia, Sudán y Togo.

Si bien es cierto que cada voto vale igual a la hora de contar, no hace falta ser un experto en relaciones exteriores y en geopolítica para entender cómo son de distintos en peso y contenido.

Maduro, por supuesto,  pretenderá contabilizar a su favor las abstenciones. Alguien, seguramente Arreaza, intentará convencerlo que esos países que no votaron «sí» en realidad querían votar «no», pero decidieron que calladitos  se ven más bonitos.

Pero pasa, resulta y acontece que la cosa no es así.  Digan lo que digan, en el tono churrigueresco que quieran, el Informe de la Misión de Verificación de Hechos en Venezuela, con sus 443 páginas, es lo que en claro español se llama un punto de quiebre. Un «antes» y «después». Ese preciso suceso que hace que todo cambie, que nada sea lo mismo.

Que los tiempos de los gestos y las decisiones en el plano internac.ional se miden con calendarios distintos a la cruda y triste realidad que padecen los venezolanos, eso lo sabe cualquiera con dos dedos de frente. En el exterior se sabe ya con puntos y señales nuestra ruda circunstancia. Y ese informe despejó las dudas. Venezuela no se está demorando; Venezuela se desmoronó. De la crisis por sectores pasamos a la crisis sistémica; de ese crepitar pasamos al colapso por sectores y de allí a lo que tenemos hoy, el colapso sistémico, el pataplún.

¿Tiene remedio Venezuela o esto ya se convirtió en un coso insalvable? Por supuesto que tiene remedio. Pero Venezuela es inviable bajo el régimen actual. Ya pasó el tiempo en que este régimen podía convertirse en una dictadura liberal, de esas en las que bastaba aplicar el precepto tan manido y tan desafinado de «todo va bien siempre que usted no se meta en política». El régimen actual destruyó la economía, destrozó la sociedad y, por si fuera poco, despedazó el Estado y todos los poderes públicos. Y no existe país sin Sociedad y sin Estado. Venezuela es hoy una maraña de desaciertos, errores y horrores poblada por millones de supervivientes.

Pero, insisto, Venezuela tiene remedio. Eso lo saben los economistas, los estadistas, los expertos en sociología, psicología social, ciencias políticas.

El régimen se sabe en proceso de extinción. Tanto lo sabe que le da palestra a un individuo como ese señor gordito que vemos contar billetes de euros en un  vídeo. Cuando los regímenes se saben de salida en la película ponen en primer plano a los idiotas.

Tres, apenas tres votaron «no». Uno, dos, tres.

 

 

 

 

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